domingo, 6 de noviembre de 2011

CAPITULO XII




 INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) VII


La usurpación de algunos aspectos del universo espiritual guanche

Continuando con el relato-ficción de fray Alonso de Espinosa, este nos dice que una vez concluida la supuesta batalla de la victoria quedando los mercenarios invasores dueños del campo, se celebró una misa de acción de gracias a su dios por haberles ayudado a matar a tres o cuatro mil guanches enfermos victimas de la modorra que apenas podrían mantenerse en pie.

Sin duda esta victoria sería un ejemplo para aquellos infieles del poder del dios cristiano guerrero, despiadado masacrador de pueblos, cuyo anatema caía sobre aquellos que se resistían a ser dominados y esclavizados en su nombre. Según la fanática soberbia de los invasores, su inmisericorde dios era mucho más poderoso  que la Divinidad guanche, la Diosa-Madre Chaxiraxi dadora de amor y vida y sus paredros Magek, Achuguayu y Chayuga, los cuales según el pensamiento católico eran inferiores a Santiago apóstol, el arcángel san Miguel o la propia virgen María la que en ocasiones la hacen marchar al frente de las mesnadas cristianas eliminando con furia a infieles y herejes.

Significativamente el frayle hace coincidir dicha misa con un 25 de diciembre fecha en que el cristianismo celebra el nacimiento de Jesús y otras religiones el Nacimiento del Sol Invicto, otra sincretización[1] católica con la que se quería significar a Cristo como el verdadero Sol invictus. Recordemos que en la liturgia guanche la veneración a la Sol  se centra en la Diosa Magek, aspecto visible de la Diosa-Madre Chaxiraxi.


Según el dominico dicha misa tuvo lugar “que casualidad” al pie de un Pino Santo, de cuyas ramas se colgó unas campanas,[2] detalle que guarda similitud con otros Pinos Santos que igualmente sirvieron de espadaña desde donde se convocaba con su tañido a los frailes invasores y a algunos practicantes de los ritos católicos pues la mayoría de la mesnada sólo usaban el nombre de su dios para cortar pescuezos de “infieles”.

El pueblo guanche desde siempre ha vivido en franca comunión con la naturaleza practicando como todos los pueblos espiritualmente avanzados la dendolatría, esto es la veneración a los árboles, este ancestral sentimiento de veneración a los árboles, aunque muchas personas lo ignoren o no toman conciencia continua vigente en el subconsciente del pueblo canario. Son árboles sagrados el Viñatigo, el Drago, el Aceviño y la Palmera, pero  el pino es el Árbol            Santo por antonomasia consagrado a diversas deidades,  especialmente a Chayuga Dios protector de la vegetación y la fauna silvestre.

En la época de la invasión y ocupación de las islas denominadas realengas, existían singulares ejemplares de Pinos Sagrados que destacaban en el paisaje de manera especial, sirviendo muchos de ellos a los invasores como referentes o linderos tal como consta en numerosas datas del repartimiento de las tierras usurpadas, si bien muchos de estos Pinos Sagrados cayeron bajo el hacha de los colonos, ya que por su longevidad y el extraordinario grosor de sus troncos, eran codiciados para la contracción de templos católicos, casonas, vigas para lagares, acequias, ingenios azucareros, navíos etc.

De un solo pino se sacó la madera para el templo católico de los Remedios de La Laguna (actual catedral) y de otro la de la primitiva Iglesia de San Joaquín en Fasnia (Arco Aguilar et al., 1992). También se dice que bastó un solo ejemplar de pino para techar la ermita de San Benito en La Laguna.

Algunos ejemplares sobrevivieron algún tiempo a aquella fiebre iconoclasta y desforestadora, entre ellos el Pino Santo de Teror en Tamarant, el Pino Santo de El Paso Benahuare (La Palma), que como el de Teror y otros muchos fueron sincretizados por el catolicismo haciendo “aparecer” entre sus ramas  imágenes marianas; entre ellos este Pino Santo de Acentejo que  le sirvió de santuario y le dio nombre a la imagen de una virgen católica.

Los dominicos han sido especialistas en crear fábulas y leyendas “piadosas” además de expertos fabricantes de milagros, de hecho,  donde se ha asentado esta congregación han sido más que frecuentes las “milagrosas apariciones” marianas, en esta de Acentejo no podía ser diferente y por ello en la construcción de la segunda ermita en 1876, que sustituyó a la antigua construida en 1537 (cuarenta y dos año después de la supuesta batalla), fue erigida en curato en 1587 y en 1600 en  categoría de parroquia,   cuenta la leyenda “piadosa” que durante las obras de 1876 cortaron una rama del Pino Santo y este manó sangre…

Permítanos el amable lector desviar un poco la atención del tema central de este modesto trabajo para ofrecer un breve catalogo de los Pinos Santos que aún hoy en día en nuestra isla son un referente en el paisaje y que de alguna manera forman parte de nuestra vida cotidiana.

Arafo.
Pino del Señor.
Arico.
Pino Derrengado, de La Pelota, el  Pino Gordo.
El Rosario.
Pino La Catadura.
El Tanque.
Pino del Cercado de las mulas, Trebejo, Pino Loro, de Nica.
Garachico.
Pino del Sitio donde el Buey habló, Jurado, de Cho Pepe y Cho Camila, El Gato, Las Tres pernadas, Pino Gordo.
Granadilla de Abona.
Pino del Guirre.
Guía de Isora.
Pino de la Virgen o Tágara, el Pino de Majagora.
Güimar,
Pino de la Marquesa.
Icod de Los Vinos.
Pino de Buen Paso, Pino Furado, Pino de Valoy.
La Guancha.
Pino de Las Raíces.
La Orotava.
Pino Santo. El Mamullado. La Medida. Pino Copudo, del Rey, de la pista de los Organos, de Las Mesitas, de Molino de Viento, del Cendro, del Alferez Mayor, el Pino del Dornajito, el Pino de las Meriendas,  el Pino de la Carabela y el del Castillo.
La Victoria.
Pino de la Victoria o de la Virgen de La Victoria de los Ángeles.
Santa Ursula.
Pino de Don Alberto.
Tacoronte.
Pinos del Calvario.
Vilaflor.
Pino Gordo, de las dos pernadas, Pino del Valle de Ucanca, de Los Hoyitos, de Los Llanito.

El sincretismo religioso nace en Canarias por parte del clero de la iglesia católica con un celo material para la conversión de los guanches al catolicismo, siendo considerado un deber cristiano, siendo bautizados también a la practica de la religión católica, pero con choques con las autoridades coloniales, sin dejar de persistir en la practica de sus cultos ancestrales.

Los guanches sometidos se declaraban convertidos al catolicismo, de esa forma podían mantener la practica de su culto, naciendo con esto un gran sincretismo, de Divinidades guanches y Santos católicos, pues la conversión religiosa impuesta a los guanches no fue mas que juntar las apariencias muy mal comprendidas de culto católico a sus creencias y practicas que en nada perjudicaron o cambiaron lo esencial del culto ancestral.
Mariátegui señalaba que “los dominicos se instalaron en el templo de la Sol, acaso por cierta predestinación de orden tomista, maestra en el arte escolástico de reconciliar al cristianismo con la tradición pagana” y añade el comentario ”los más celosos custodios de la tradición latina y del orden romano –más paganos que cristianos -, se amparan en Santo Tomás como en la más firme ciudadela del pensamiento católico". Esto nos indica que el espiritualismo sincretista, que finalmente se impuso, fue de carácter tomista. J.C. Mariategui, 1975)
La conversión por parte del clero católico allí donde no pudieron erradicarlos violentamente, de los templos vivos que son los Pinos Santos, optaron por sacralizarlos, dándonos una  idea de la importancia de la veneración que nuestros ancestros sentían por estos Pinos Santos, el hecho de que la iglesia católica sinctretizaron estos templos dedicándolos a la madre de Jesús y al propio Cristo, no dedicándolos a  otras deidades menores del santoral católico.
Veamos algunos ejemplos de sincretización por parte del cristianismo de estos templos vivientes:
Pino Santo de Teror en Tamaránt (Gran Canaria)
La leyenda  de la aparición de la Virgen del Pino en Teror (Aterure, Terore o Terori) fue creada a finales del siglo XV, según el militi y cronista de la invasión castellana en Tamarant Antonio Sedeño, quien probablemente recogió el relato de sus correligionarios no dice en un tono poético: “cuando la noche dejaba caer su manto de tinieblas sobre el paisaje agreste (de Teror) las miradas se fijaban extáticas en un pino grande donde un punto de luz iba creciendo hasta adquirir el brillo de una estrella. Iban se iluminando poco a poco las ramas próximas y, al fin, todo el interior del pino era un foco de blanca y dulce claridad” y unos parrafos adelante continua: “noche había...en que la estrella aumentaba de tamaño hasta convertirse en una nubecilla blanca incandescente sobre la que destacaba la figura de una mujer llevando en sus brazos un infante que, deslizándose por una senda de luz descendía de las ramas al llano donde le hacían la corte muchedumbre de celestiales moradores, mientras llenaban el espacio suaves acorde de música supraterrena”. (A. Sedeño, 1993)
Es más que notorio el paralelismo de los conciertos celestiales de esta “aparición” con las procesiones y músicas angelicales que el fraile Espinosa describe para la virgen de Candelaria.
Pero como para el sistema colonial no es aconsejable dejar este tipo de “apariciones” al margen de las actividades militares, en el siglo XVIII, el franciscano fray Diego Henríquez escribe un opúsculo, en este documento, el religioso cuenta cómo el Capitán invasor Pedro de Vera, tras la ocupación de la Isla, anda por los campos de Gran Canaria repartiendo las tierras usurpadas, aguas y cobijos a los colonos y soldados. En su recorrido, guiado por algunos habitantes de la zona, llega al término de Teror y allí le cuentan de la existencia de un gran árbol que contenía una rara maravilla. En las ramas de aquel curioso árbol se vislumbraba una estrella muy resplandeciente que nadie había podido alcanzar.
Cuando el Capitán General se acercó a aquella maravilla de la Naturaleza, que resultaba ser un pino de gran porte, vio en medio de sus gruesas ramas una imagen perfecta y bien tallada de una Virgen, con su hijo en brazos. Los conquistadores no daban crédito a lo que veían sus ojos y veneraron a la imagen que allí se erguía, en pie, sobre una piedra llana a modo de laja.
A su regreso, los conquistadores transmitieron su descubrimiento al Obispo Juan de Frías, que partió hacia el lugar en donde se localizaba este hallazgo milagroso. Al llegar y levantar los ojos hacia el pino, el Obispo vio resplandecer a la Virgen tallada en el tronco del árbol. Dicen los manuscritos que el Obispo se arrodilló ante ella y la adoró con devoción dando gracias al Señor. “
En realidad posiblemente Pedro de Vera jamás viera el Pino Santo de Teror, entre otras cuestiones por que este buen cristiano estaba más interesado en esclavizar y comercializar a canarii y gomeros que en prácticas devociónales, de hecho en una ocasión amenazo a su correligionario el Obispo Frías con “coronarle” con un morrión calentado al rojo vivo si no seguía sus dictados.
Fue el Obispo Fray Juan de Frías que era además capitán y financiador de la invasión conjuntamente con Juan Rejón y el Deán Juan Bermúdez, quien tenía perfecto conocimiento de la existencia de este santuario canarii, centro de devoción a los ancestros de toda la isla y decidió sincretizarlo, para ello contrató o ordenó a un mozo portugués que trepara al árbol santo y colocara en el santuario una imagen de María, sin que el hecho tuviera mayor trascendencia a pesar de toda la parafernalia montada por Frías hasta un siglo después cuando Teror comenzó a adquirir cierta entidad poblacional y económica, que comenzaron a tejerse las habituales leyendas “piadosas”, a que tan aficionados eran los frailes, lo que dicho sea de paso, confiaban mucho en la providencia exceptuando los diezmos, de los cuales tanto el clero secular como el regular llevaban puntual cuenta y control.
Veamos otro aspecto del santuario de Teror menos beatifico y más racional que sobre el tema nos ofrece el Dr. José Barrios García:
“Como es fácil documentar, son muchos y notables los historiadores que asocian el origen de las tradiciones del Pino de Teror entre los antiguos canario. Normalmente, estas tradiciones de los naturales han sido interpretadas como apariciones de la virgen” a los gentiles, anunciando la llegada del cristianismo. Obviamente, una interpretación de esta naturaleza merece un análisis más detenido.
A este análisis intentamos contribuir en (Barrios, 1987). Partiendo de un cuidadoso trabajo de recopilación y valoración de todas las fuentes escritas an­teriores a 1800 que pudimos localizar, establecimos una descripción del posible santuario, así como un Corpus provisional de sus tradiciones. A continuación  sometimos este corpus a un análisis comparativo con las tradiciones descritas en (Servier, 1985). Como resultado de este proceso llegamos, entre otras, a las siguientes conclusiones, que pasamos a exponer muy sucintamente:

El santuario estaba compuesto por los siguientes elementos:

Un pino canario con tres dragos gemelos plantados en su copa a unos 30 metros de altura. Los dragos encerraban entre sus raíces una piedra con un grabado formado por la silueta de dos pies. Completaba el santuario una fuente que manaba al pie del Pino, considerada medicinal por los antiguos canarios y seca poco después de la conquista.

Las tradiciones del Pino de Teror tienen su origen en la cultura de los antiguos canarios.

En el Pino de Teror tenían éstos simbolizada la tumba de un antepasado protector, cuyo nombre—no conocemos otro— sería precisamente Aterure.

La prueba definitiva de esta hipótesis construida sobre paralelos antropológicos actuales con el vecino continente, la constituye un testimonio  de Marín que refrenda ¡en 1687! lo expuesto:
«Lo qe piadosamente se tiene es qe en aquellas piedras, i tierra onde estaban ¡ tados los dragos, devía estar el cuerpo de algún Varón Sancto que en la Ysla muriesse (...) (Marín, 1687: 95)
El núcleo de este simbolismo lo constituirían los tres dragos encerrando entre sus raíces la piedra con el grabado podomorfo. Precisamente, encerrando entre sus raíces una piedra simboliza en el pensamiento norte africano tradicional la unión de las dos almas que constituyen la persona humana: nefs y rruh, constituyendo a menudo lo esencial de un santuario.

Esto nos lleva a considerar que los canarios creían en esta dualidad del alma. Algo de lo que no hemos podido encontrar rastros en las fuentes escritas, pero que podemos probar de esta manera.[3]

Estas tradiciones canario-mazigias fueron sometidas a un intenso proceso transculturador con la llegada castellana, dando lugar al actual culto a la Virgen del Pino de Teror.“ (Luís Barrios García, 1993; 111-13)

Para concluir estas brevísimas notas en torno al santuario canarii de Teror, veamos una curiosa anotación del Coronel de su graciosa Majestad Británica y gran conocedor de la idiosincrasia isleña A.B. Ellis:[4]Entre otras imágenes extraordinarias de esta isla, una de las más extrañas es la que existe en la iglesia de Teror, una pequeña pero pintoresca aldea situada a unas once millas de Las Palmas. Es de madera, está cubierta de joyas y provista de cuatro brazos. Y lo que para alguien que conozca las deidades de La India supondría que intenta representar al dios hindú Visnú, aquí, sin embargo, es la Virgen, y la tradición asegura que hace algunos siglos se la encontró milagrosamente clava­da en un pino de un bosque cercano. No obstante, el motivo por el que tiene cuatro brazos es un misterio que dudo que in­cluso un sacerdote pueda resolver satisfactoriamente.” (A.B. Ellis, [1885] 1993:55)

Pino Santo de El Paso, Benahuare (La Palma)
La isla Benahuare es una de las del Archipiélago Canario que cuentas desde el punto de vista botánico con los más esplendidos ejemplares de pino canario (pinus canariensis) de los cuales algunos fueron destacados por nuestros antepasados como más significados donde rendir culto a la santidad del pino. Quizás el más documentado sea el Pino Santo del actual Municipio de El  Paso. Este pino es uno de los ejemplares más corpulentos de Canarias y recientes estudios cifran su edad en torno a los 600-800 años, el cual como es habitual está envuelto en las vaporosas fábulas y leyendas típicas del clero católico, el cual en su afán evangelizador y sencritizador ha creado las más absurdas patrañas en torno a estos antiguos santuarios de nuestros ancestros.

Algunas de estas fábulas han sido recogidas como aspectos curiosos de nuestras tradiciones coloniales por conocidos viajeros e etnógrafos europeos, entre ellos el portugués Gaspar Fructuoso y el francés René Verneau.

La descripción del lugar recogida por  el viajero portugués Gaspar Frutuoso en el siglo XVI  en su obra y referente al Pino Santo de El Paso es como sigue: “Hay de este barranco a Los Llanos, menos de media legua y del mismo a la Ciudad tres, si se va por la Cumbre por el camino recto que pasa por el Pino de Vacía Borrachas, bajo cuya sombra hacen los sedientos caminantes esta necesidad que le dio tal nombre; desde el pino a la Ciudad hay dos leguas fáciles de transitar hasta la Cumbre, que por esta parte no es muy alta…”. (Gaspar Fructuoso, 2004)

Muchas leyendas se han tejido en torno a esta zona y al Pino Santo de El Paso puesto bajo la advocación de María Madre de Jesús. Verneau, por ejemplo, cuenta: “El pino bajo el cual nos habíamos parado estaba situado en medio del camino. Era uno de los más bellos del archipiélago y poseía toda una historia. En la época de la conquista tenía ya una buena altura y, contrariamente a los otros pinos de Canarias, que crecen derechos, éste se ramificaba y extendía a lo lejos sus largas ramas. Ccuentan que uno de los soldados que acompañaban al Adelantado Alonso Fernández de Lugo en la invasión y conquista de la Isla en el siglo XV encontró la estatua diminuta de la virgen entre las frondosas ramas de un pino.

Un prodigio, según opinaron unánimemente las huestes invasoras.” Fabula que es un calco de la otra de la   Virgen del Pino de Teror (Gran Canaria).

El científico y  viajero continua diciendo que: “el domicilio que ella había elegido no pareció a estos hombres piadosos digno de la Madre de Dios. Se pusieron manos a la obra para construirle una vivienda más confortable, y muy pronto una pequeña capilla se elevó al lado del pino. Se transportó con gran pompa a la Virgen a su nuevo local, un cura la colocó en el altar con todas las señales del más profundo respeto y, cuando se preparaba para oficiar la misa, ante la estupefacción de todos los asistentes, la Virgen cayó a tierra. Vueltos de su estupor, los fieles pensaron que podían haberla sujetado mal. Fue alzada piadosamente y colocada en el sitio que le habían asignado.

Esta vez, todas las precauciones habían sido tomadas. Cuando cada uno se preparaba a oír misa, de nuevo la milagrosa estatua se precipitó al suelo. Una tercera y cuarta tentativas no dieron mejor resultado. Había que rendirse a la evidencia: el lugar no convenía. Puesta de nuevo en el árbol, no se cayó más. Expresaba con demasiada claridad su voluntad para que nadie pudiera confundirse. Sin embargo, los españoles no se dieron por vencidos. Habían decidido no dejar a la Virgen expuesta a las inclemencias del tiempo, y se les ocurrió hacer, en el mismo tronco del pino, un nicho que fuera capaz de recibirla. La operación tuvo un éxito maravilloso, la estatua quedó tranquila y el árbol resistió la mutación. Allí pude ver, en 1878, la milagrosa Virgen, que está lejos de ser una obra de arte…” (René Verneau, 1981: 264)
En Benahuare es significativo el número de estos Árboles Santos y emblemáticos popularmente conocidos como pinos de la Virgen. Todos ellos se relacionan en la tradición oral con la aparición de alguna advocación mariana, que en algunas ocasiónes cuenta con una ermita cercana.
Pueden encontrarse también otros árboles bautizados como Pinos de la Virgen. En Puntagorda recibe este nombre el ubicado frente al Ayuntamiento, aunque al parecer existían otros dos de idéntica denominación en otros tantos rincones del municipio. Una pequeña figura de la Virgen, tallada a modo de hornacina en el tronco, viene a certificar el topónimo. También Fuencaliente tiene su propio Pino de la Virgen, que también en este caso cuenta con la correspondiente hornacina. Para encontrar este carismático árbol, reconocible a menudo por las ofrendas florales que dejan los fieles junto a su tronco, debe recorrerse la pista forestal. Sin salir de los límites del municipio, tenemos por último el conocido como Pino de Santo Domingo, que se encuentra próximo a una encrucijada de senderos, en la trayectoria del camino.
Pino del “Señor” en Arafo Chinech
El Pino Santo de Arafo existe desde mucho antes de la invasión y conquista de la isla, es el lugar donde los sacerdotes de la Sol los kankus o cancos acudían cada mañana a dar la bienvenida a la Diosa Magek aspecto visible de la Diosa Madre Chaxiraxi.
El culto a la Sol, es la devoción religiosa a la Sol, considerada tanto una Deidad como símbolo de la Divinidad, culto practicado por las civilizaciones más avanzadas espiritualmente en la antigüedad, Mesopotamia, Egipto y Roma le rendían culto, donde los astros eran aspectos visibles de la Divinidad, pensamiento filosófico y sentimiento espiritual compartido por el pueblo guanche, en la que la Sol es el fuego, el cielo diurno, el dador de vida. Así, en la cultura guanche se le llama Magek.

La  Sol es considerada el símbolo de la vida al que es necesario asegurar la fuerza para luchar contra los enemigos de la noche y, que de esa forma, pueda alumbrar cada mañana, así venimos desde hace milenios rogando cada mañana para que cada día se reproduzca este autentico milagro que es la vida, con esta sencilla pero al mismo tiempo profunda plegaria:


¡¡Uh!! Magné Mastáy  Achen tumba Manéy.
 
Tanemir uhana gek magék  Enehana benijime harba
Enaguapa acha abezan.
 
Cuya traducción al castellano es la siguiente:
 
¡¡Oh!! Madre del cielo  Madre de la tierra.
 
¡Oh! Madre del cielo, Madre del crecimiento  de la hermandad,
Madre de lo nuevo’.
 
Gracias poderosa Sol / por salir un día más
para alumbrar la noche.
Desde el siglo XVIII existía en la base del antiquísimo pino, (probablemente colocadas por los dominicos que en el siglo XVII tuvieron un asiento en Arafo denominado “La Granja”) tres cruces que daban nombre al lugar, conocido como “El Calvario”. En la segunda mitad del siglo XIX, según recoge la leyenda  un vecino depositó a los pies del centenario pino la imagen del crucificado. Ante este hecho se decidió construir una pequeña capilla alrededor del tronco del Pino Santo.
Es curioso ver como el pino crece desde dentro de una capilla.
En esta ocasión el clero católico al principio prefirió sincretizar el árbol como un “calvario” colocando en su base las tres peñas cruces de madera, posteriormente, al contrario de otros pinos santos que fueron dedicados a imágenes femeninas, este de Arafo optaron por ponerlo bajo el “amparo” de una masculina, pasando así a ser “El Pino del Señor”.
La cruz es uno de los símbolos de la Diosa Sol en las religiones que la veneran desde mucho antes de ser usado por los romanos, de quienes lo tomaron los cristianos. Esta asimilación de Cristo con la deidad de la Sol no fue difícil.
Este tema de “Cristo-el-verdadero-Sol” ya había sido prolijamente proclamado por Clemente de Alejandría (150-215) en muchos de sus escritos. Orígenes siguió los pasos de Clemente, su maestro, y proclamó a Cristo ser “el Sol”, “el verdadero Sol”. Cipriano llamó también a Jesús “el verdadero Sol”. Por causa de esto, el Obispo Zeno de Verona elaboró extensivamente sobre Cristo-el-Sol, como el verdadero Sol, como el Sol Eterno.
El sol invicto, que había conquistado a todas las demás religiones, había vencido finalmente a su rival principal, el cristianismo, uniéndose con él, fusionándose con él...
La creencia mesiánica, al ser unida a todos aquellos cultos de adoración al Sol,[5] se transformaría en un fuerte cuerpo que poco a poco arrolló, asimiló y sincretizó todos los obstáculos restantes, bien por fuerza, o por “asimilación y compromiso”.
El Drago Santo como elemento en rituales de curación:
Según la tamusni (Historia oral guanche)  cuando un guanche estaba mal herido o muy enfermo, era llevado a los  sacerdotes samarines, los cuales determinaban si había llegado el momento de la su muerte o no. La decisión dependía del Dios Luna (Achuguayu). Durante un día y una noche, se velaba al enfermo ante la luz del luna, para luego tomar la decisión definitiva. Si el sacerdote-medico decidía que el momento de trasncender para el guanche no había llegado, se realizaban para él un ritual que le diera fuerza para revivir.
El rito consistía en tumbar al enfermo junto al tronco de un drago milenario. En ese momento el sacerdote samara, invocaba y cantaba a los espíritus  de los ancestros ante el Drago Santo. Después efectuaban un pequeño corte en su corteza y recogía parte de la  savia que manaba del tronco. Dicha Savia era aplicada por todo el cuerpo del paciente con el fin que la sangre del árbol padre regenerase al herido.
Si el enfermo curaba, el árbol había consentido devolverlo a la vida. En el caso que la curación no se produjera, se entendía que el árbol divino no consideraba oportuno que la persona sanase, quizá porque su comportamiento no había sido el adecuado.
Los guanches adoran dicho árbol de quién tiene el poder de dar la vida y provocar la muerte. Curiosamente cuando se corta la corteza de este árbol surge una savia de color rojo oscuro que los guanches llaman sangre de drago. Como queda dicho en la religión del pueblo guanche además de pino y el drago existen otros árboles sagrados como el Viñatigo, el Aceviño o la palmera, de los cuales nos ocuparemos en otra oportunidad.
Para concluir este capitulo permítame el amable lector tomarme una licencia, y transcribir una reflexión del actor americano George Carlin:
“La religión cristiana realmente ha convencido a la gente… de que hay un hombre invisible…viviendo en el cielo…que ve todo lo que haces, cada minuto de cada día. ¡Y ese hombre invisible tiene una lista de 10 cosas que él no quiere que hagas! Y si tu haces alguna de esas diez cosas, él tiene un lugar especial, lleno de fuego y humo y torturas y angustia, donde te enviará a vivir y sufrir y quemarte y asfixiarte y gritar y llorar, por siempre y para siempre, hasta el fin de los tiempos!…pero te ama!…te ama.
Te ama y ¡NECESITA DINERO! ¡Él siempre necesita dinero! Él es todopoderoso, todo perfección y lo sabe todo pero de alguna forma ¡no sabe manejar el dinero!”

Eduardo Pedro García Rodríguez





[1] Esta palabra también se usa para conciliar dos diferentes opciones en una tercera, que da lugar a una mezcla favorable a quien manifieste un interés. Por ejemplo: en el desarrollo del cristianismo, este debió enfrentarse con diferentes creencias que competían con él. Por ejemplo, en el caso de Canarias la creencia en la Diosa Sol Magek. Una de las formas de sincretismo a que apelo la iglesia católica, fue introducir la imagen del Sol en las figuras de Jesús y la de los Santos. Esta figura aparece como una aureola o anillo que rodea la cabeza del santificado.

[2] La historia oficial recoge que: “Fue a sus pies donde se celebró la primera misa tras la conquista de Tenerife, colgando de sus ramas las campanas de la antigua ermita.”


[3] El autor se refiere a los dos espíritus que animan al ser humano, Espíritu Libre y Espíritu Vital.
[4] Este viajero y militar inglés esta sepultado en Santa Cruz de Tenerife en el sector reservado a los protestantes en el antiguo cementerio de San Rafael y San Roque.
[5] Debemos tener en cuenta que en la sociedad insuloamazigh los astros cambian de género siendo por tanto el sol La Sol y la luna El Luna.

CAPITULO X


Eduardo Pedro García Rodriguez

 El desarrollo de la batalla fue presenciado de manera expectante por el aliado de los invasores Añaterve mencey de Güímar desde la montaña La Mina sin que se decidiera a intervenir en la misma hasta que vio que los tabores guanches se iban retirando del campo de confrontación,[1] esta actitud fue objeto posteriormente de brutales represalias por parte del vengativo Alonso de Lugo, represalia que también alcanzó a Beneharo mencey de Anaga sin que hasta el momento los investigadores se hayan puesto de acuerdo sobre el motivo que desencadeno las iras del invasor contra este mencey que en principio fue aliado de los castellanos.

Los cronistas son parcos en detalles del desarrollo de esta batalla, resaltando la muerte en la misma de los líderes Kebehi Benchomo[2] -a quien Alonso de Lugo ordenó cortarle la cabeza como trofeo-, y su hermano el héroe de Acentejo Chimenchia-Tinguaro, Espinosa a quien sigue en el supuesto desarrollo de los hechos Antonio Rumeu de Armas, hace referencia a la enfermedad de la modorra que afectaba a los tabores guanches, pero no nos informan de la suerte corrida por los cientos de muertos de uno y otro bando que cubrían el campo de batalla, es de suponer que se concertaría una tregua para que cada bando asistieran a sus heridos y posiblemente procedieran a la cremación de los muertos.

Después de la batalla las tropas invasoras se retiraron al campamento de Gracia y los tabores guanches lo hicieron hacía el real guanche del Peñón en Tacoronte.

En el Valle Sagrado Aguere entre otros cientos de conmatriotas quedó el cadáver del caudillo Kebehi Benchomo[3], al no encontrarse entre los prisioneros los líderes de la resistencia. Alonso de Lugo ordenó buscar entre los muertos por si entre los mismos se encontraba algunos de ellos, reconocido el de Kebehi Benchomo la truhanesca soldadesca posiblemente los sobrevivientes del encuentro de Acentejo, presos de una cristiana sed de revancha se ensañaron de tal manera con el cadáver  hasta el punto de que según recoge Espinosa: “fue conducido el cadáver al campamento de Gracia, sin que resultase factible la identificación a los vasallos prisioneros a los guanches aliados de los bandos de paces, debido a la desfiguración de su rostro y cuerpo por las mutilaciones (Espinosa,1980: 41)
Ufano Alonso de Lugo por el triunfo de sus armas y teniendo claro que los guanches muertos le eran de poca utilidad económica, suponiéndolos desmoralizados tanto por el revés sufrido como por las consecuencias de la ya larga en el tiempo de la epidemia de modorra, intentó hacerse con las presas con un mínimo esfuerzo y riesgo, para ello envió al real guanche de El Peñón una embajada intimidatoria cuyo estandarte era la cabeza de Kebehi Benchomo clavada en un palo.
Según expone el tantas veces citado Rumeu de Armas: “En cuanto al emisario escogido por Lugo para cumplimentar la delicada tarea, fue nada menos que el ex rey de Gáldar don Femando Guanarteme, quien prestó  importantes servicios en la conquista de Gran Canaria y su posterior alistamiento en las operaciones de Tenerife le acreditaban como hombre de talla sin mácula.
La gestión llevada a cabo por el ex monarca grancanario cerca de su co­lega el mencey taorino está descrita con tal gracia por Juan Baxo, que nos exsime de todo comentario.

Sobre la importante comisión, se expresa así: “Cuando fue el día del desbarato de los guanches, cuando mataron a el rey grande que se llamaba el rey Venitomo de Taoro, el adelantado e capitán, por traer a los guan­ches al conocimiento de la fe de Cristo e por que se diesen sin más ries­go e muerte de gentes, mandó ir el dicho guadnarteme a el rey Ventor, hijo del rey Venitomo, a le requerir que se diese e tornase cristiano, e que le faría toda la cortesía que quisiese.” (A. Rumeu de Armas, 1975:256)

La versión que sobre este pasaje nos ofrece el criollo lagunero Antonio de Viana difiere bastante del cortés texto que el militi pone en boca del emisario de Lug

“ Nuestro gobernador nos manda os demos esta cabeça de prueba de ento;  nosotros cual mandado la traemos, que es justo obedecer su manda y de su parte a requerir que os sujeteys con sano y buen intento i con otro tanto os amenaza y a temeraria guerra os emplaza” (A. Viana, pág. 300)

La repuesta de Bentor a la insidiosa propuesta de los invasores fue categórica:

“Decid a vuestro gene­ral que esta cabeza no me espanta, que adonde quedó el cuerpo ponga la cabeza; que cada uno mire por la suya, y que mi intención es defender mi reino y la honra y vidas de mis vasallo”. (Agustín Millares Torres, 1977,301)

En relación con la invasión de Chinech (Tenerife) algunos autores empeñados en resaltar la figura del “buen salvaje” nos han venido presentando a Fernando Guanarteme como jefe de las tropas auxiliares canarias que participaron en la misma, pero Antonio de Viana, uno de los autores más próximos en el tiempo -al cual sigue Rumeu de Armas- en su lista de invasores en la tercera “entrada” recoge como capitán de dichas tropas al canario converso Pedro Maninidra.

Últimamente un destacado grupo de canarios colaboracionistas están empeñados en mitificar hasta extremos insospechados la figura de este pusilamine personaje, no sería de extrañar que esta panda de estómagos agradecidos uniera sus voces a las de sus correligionarios españoles que claman por la santificación de los nefastos reyes católicos, ¿contará el santoral católico en el futuro con un “San Thenesor Semidan”?

Cosas veredes amigo Sancho…

Por tanto, la relevancia de Fernando Guanarteme en la invasión de Chinech no fue tan importante como se nos viene propugnando -aunque sus descendientes supieron en esta ocasión sacar el partido que no habían obtenido en Tamarant como veremos seguidamente-, el único historiador que le atribuye algún protagonismo en la batalla de Eguerew (La Laguna) es el dominico Alonso de Espinosa, a quien siguen los demás autores, siendo este el único episodio bélico en la invasión de la isla donde se le menciona, en realidad los cometidos de Fernando Guanarteme en las operaciones de Chinech, fueron los mismos que prestó a Pedro de Vera en Tammaránt, el de simple recadero.
Los descendientes inmediatos de Fernando Guanarteme no dudaron en obtener el máximo provecho de su condición de colaboradores con los invasores, conforme queda recogido en la información de nobleza de Dña. Margarita Fernández Guanarteme, practicada en 1526 ante el Teniente de Gobernador de la isla de Canaria por Francisco Pérez Espino, por delegación de Martín Fernández Cerón, Justicia mayor de la isla:
“ ...Que vido al dicho Dn. Fernando Guanarteme, que decían el Rey de Canaria, que fue allá a la conquista de Tenerife para ayudarla a ganar para los Reyes Cató1icos, nuestros señores, e que llevó e tenía consigo e debajo de su mando e ovediencia en la dicha conquista de Tenerife 30 hombres, poco más o menos, canarios naturales de la Gran Canaria, sus parientes, y con sus armas, e que este testigo no sabe si los dichos hombres los llevó a su costa, más de cuanto vido que el adelantado Capitán Dn. Alonso de Lugo les daba de comer. E que vido este testigo que el dicho Dn. Fernando Guanarteme por mandado de dicho adelantado e capitán fue donde estaba el Rey de Anaga, Rey guanche, el cual estaba de pases, a le decir e requerir que se viniese ayuntar con el dicho adelantado e los cristianos, porque se temía de él, e que el dicho Guanarteme fue dos veces al dicho Rey de Anaga e entre los guanches, hasta que hizo venir a el dicho Rey de Anaga al Real de los Cristianos, e que después, cuando fue el día del desbarato de los guanches, cuando mataron a el Rey Grande que se llamaba Bencomo (el documento dice Benitomo) de Taoro, el adelantado e Capitán por traer a los guanches al conocimiento de la fe de Cristo e porque se diesen sin más riesgo a muerte de gente, mandó ir al dicho Guanarteme a el Rey Benytomo (dice Bentor), hijo del Rey Bencomo (dice Benitomo), a le requerir que se diése e tornáse cristiano e que le faríá toda la cortesía que quisiése, e que el dicho Guanarteme fue el dicho Rey Benytomo (dice Bentor) entre los guanches, y le fabló porque sabía la lengua de guanches e volvió con respuesta al Real diciendo que el dicho Rey Benytomo (dice Bentor) no se quería dar, como pareció después que no se dio hasta que la tierra no se dio por fuerza de armas, lo cual sabe porque lo vido e pasó en presencia de este testigo en la Conquista”.
Que sabe que trabajó allí bien el dicho Guanarteme en servicios de sus altezas e que se mostró allí muy leal a los cristianos, e que este testigo vido el día que los guanches fueron desbaratados (que el desbarato fue saliendo de Santa Cruz a La Laguna, donde es la Ciudad de San Cristóbal) estando el adelantado aquel día arriba en La Laguna peleando con los guanches, la gente del Real de Santa Cruz salió en socorro del dicho adelantado, en el camino estava un caballero que se decía Hernando del Hoyo e otro que decían Juan Benítez, defendiendo que gente ninguna subiese de allí arriba, temiendo o creyendo que el adelantado era muerto, con la gente que consigo tenía e mandándoles e forzándoles que volviesen a favorecer o  amparar la torre o Real, porque si el adelantado fuese desbaratado e los guanches viniesen al Real 1o fallasen a recaudo, y estando en estas razones juntáronse allí bien doscientos cincuenta hombres de pelea, e llegó el dicho Dn. Fernando Guanarteme con veinticinco o treinta hombres de las naturales e los dichos caballeros le requirieron e defendieron que no subiese arriba a la laguna donde el adelantado estaba, sino que volviese a amparar la Torre, e que este testigo oyó decir al dicho Guanarteme que no había de parar hasta que viese la cara del adelantado e capitán general muerto o vivo como quiera que estuviese, e luego se puso en armas, por manera que hizo lugar por donde salió él y su gente, e más doscientos peones e caballeros castellanos que allí estaban, y aunque pesó a los caballeros fueron al socorro del adelantado e entraron todos en la batalla e desbarataron los guanches e ovieron vencimiento e vino vivo el adelantado. Que es esto lo que sabe de esta pregunta”. (Bethencourt Alfonso 1991:130-131)
Correrías y depredaciones
Los inviernos acostumbraban a ser extremadamente duros en aquellos tiempos en que la isla aún no había sido desforestada, por ello las tropas invasoras fueron acuarteladas en el campamento de Añazu que por estar situado en la costa disfrutaba de un clima cálido, en espera de tiempo más propicio para llevar a cabo la proyectada marcha sobre el menceyato de Taoro operación con la cual Alonso de Lugo esperaba dar por concluida la ocupación de la isla. La inactividad de la soldadesca inducía al consumo desmesurado de la provisiones con lo que al poco tiempo comenzaron a escasear, sin que en esta ocasión contasen con la ayuda del mencey de Güímar Añaterve quien escarmentado con la experiencia de junio 1494 no estaba dispuesto a reducir sus reservas de granos y mucho menos exponerse a que sus porteadores fuesen esclavizados, similar actitud adoptó el mencey de Anaga Beneharo quien ya estaba abiertamente enfrentado con los invasores, así las cosas, la situación en el campamento de los invasores era cada día más critica.
Alonso de Lugo despachó un navío a Tamarant en solicitud de ayuda a los colonos de la isla pero allí se había perdido la co­secha también y los negocian­tes en esclavos asentadores de la invasión de Chinech se veían en la imposibilidad de suministrar lo que con tanta urgencia se les pedía.
Entonces, tal como recoge Agustín Millares: “Fue cuando el general Lugo reuniendo en consejo a sus principales capitanes, les expuso su triste situación, sin ocultarles que la deserción de sus soldados, acosados por el hambre, era un hecho positivo, y proponiéndoles la suspensión de la conquista hasta que con nuevos recursos pudieran llevarla a feliz término. Opúsose con patriótica vehemencia el intrépido Lope Fernández de la Guerra, y poniéndose en pie, exclamó:

“Dos ingenios de azúcar poseo en Canaria, voy a venderlos y con su producto me prometo ali­viar la suerte de mis compañeros y no interrumpir nuestra empresa”. Tendióle los brazos el general aceptando conmovido su generosa oferta,[4] y aquel mismo día se embarcó acompañado de Bartolomé Estopiñán, de Juan de Sotomayor y de otros jefes con los cuales llegó a Las Palmas, puso en venta sus ingenios, casas, esclavos y ganados y con su importe, que ascendió a 2.000 doblas, compró armas, harinas, bizcochos, cebada y todo lo demás que juzgó necesario, y apare­ció con su precioso cargamento en una carabela en el desembarcadero de Añazu.” (Agustín Millares Torres, 1977, t, 2,:303)

Aliviados los invasores con la aportación de Lope Fernández de la Guerra, no era cuestión de mantener ocioso el costoso ejército mercenario durante la invernada, por lo cual sus jefes decidieron hacer algunas cabalgadas por los casi despoblados menceyatos a la busca y captura de esclavos único medio con que contaban los invasores para obtener numerario en efectivo y, ganados con que alimentar a la famélica tropa, vamos a reproducir dos de estas correrías siguiendo a Millares Torres.

“Quedáronse en poco tiempo desiertas las comarcas que formaban aquellos distritos, de modo que en una excursión que capitaneaban Hernando del Castillo y Her­nando de Trujillo con 500 españoles, internán­dose por el barranco de Tejina para apoderarse de un considerable botín de frutas y ganados, no encontraron quien se opusiera a su reconoci­miento[5]. Sin embargo, el mencey de aquel cantón, aliado con Zebensui, pudo reunir algu­nas cuadrillas que, colocadas ventajosamente en lo alto de un desfiladero llamado Paso de las Peñuelas, pudieran atacar a sus contrarios los españoles en cinco pequeñas divisiones, lle­vando al ganado en medio y a retaguardia la caballería, y ya la primera división subía por la empinada cuesta cuando principiaron a llover piedras, dardos y maderos por aquellas laderas, deteniendo en su marcha a los soldados que, para atender a su defensa, abandonaron el botín.

Las divisiones que seguían subieron a lo alto del Paso y atacaron por la espalda a los guanches, quienes, viéndose sorprendidos en sus mismas posiciones, se desbandaron dejando sobre el terreno más de 90 muertos y un número con­siderable de heridos. Acibaró esta victoria la pérdida del capitán Hernando del Castillo que, obstinándose en perseguir a Zebensui, perdió el caballo y cayó prisionero en poder de los isle­ños. Conducido a la corte del rey de Taoro, éste lo puso en libertad, diciéndole “que no había de mostrar su valor contra un solo hombre.” (Agustín Millares Torres, 1977, 301)

“Algún tiempo después, una cuadrilla de doce soldados españoles[6] que acostumbraban com­batir siempre unidos, obtuvieron licencia del ge­neral para hacer una entrada por los valles de Anaga, y habiéndola emprendido con áni­mo resuelto llegaron a Taganana sin encontrar resistencia alguna. Hallaron allí seis pastores que guardaban un numerosos ganado, y ata­cándoles, se apoderaron del rebaño que se com­ponía de más de cuatrocientas cabezas y trataron luego de regresar a Santa Cruz con tan rica presa; pero al llegar al valle que hoy llaman de San Andrés, vieron un cuerpo de doscientos guan­ches que, capitaneados por el mencey de aquel distrito, se disponía a cortarles la retirada haciénpuestos a hacer frente a sus contrarios, ataron a los pastores y, colocándose sobre una altura, se formaron en cuadro y prepararon tranquilamente sus ballestas.

Adelantándose entonces Rodrigo de Ba­rrios, uno de los doce aventureros, dijo a los guanches: “¿Qué deseáis? Vamos, rendíos, que ya sabemos cuántas cabezas vuestras nos tocan por persona”. El rey, que lo entendió, despre­ciando la burla, que por tal la tuvo, les prometió la libertad si dejaban las armas y el ganado, a lo que Juan de Llarena, otro de aquellos valientes, lleno de ira, vuelto hacia sus compañeros, mani­festóles cuan vergonzoso sería para ellos lle­gar al campamento sin armas ni botín, debiendo preferir la muerte a semejante humillación, y gritando al mismo tiempo “Santiago y a ellos” disparó su ballesta, siguiendo su ejemplo los demás.

A esta descarga, que produjo la muerte de los guerreros más avanzados, sucedió un brillan­te ataque con espada en mano que acabó de des­baratar a los isleños, poniéndolos en fuga por aquellos matorrales y dejando solo a Beneharo que, atacado de un acceso de locura, se defendió bravamente hasta que se lanzó de un alto cerro sin querer rendirse.[7]

Los españoles, recogiendo de nuevo su ga­nado, llevando en medio a los seis pastores pri­sioneros y dejando sobre el campo setenta anaguenses entre muertos y heridos, volvieron triun­fantes al Real donde su hazaña fue muy cele­brada de todos sus compañeros, mereciendo es­peciales elogios de su general.” (Agustín Millares Torres, 1977, 301)



En la primavera de 1496, el duque de Medinasidonia remitió un segundo navío desde Sanlúcar al campamento de Añazu, con harina, bizcocho, aceite y vino, sumando 748.840 maravedís, a la ya extensa deuda que Alonso de Lugo tenía contraída con dicho duque.

Como parte del pago entregó una carabela confiscada a no se sabe a quien, valorada por el propio Alonso de Lugo, en 200.000 maravedís y 280 esclavos canarios, que mandó al Guzmán, en diferentes partidas. Además en el posterior reaparto del botín de guerra le adjudicó al Duque de Medinasidonia cuatro leguas cuadradas, entre los “ríos” de Abona y Abades, con 1.500 fanegas de sembradura y agua para regarlas. [8]


[1] Indudablemente este atormentado mencey estaba ante un dilema, la experiencia de la felona traición cometida por Alonso de Lugo durante la retirada de la invasión anterior, la fidelidad a su palabra o el temor que le inspiraba el mencey Benchomo de quien era feudatario.

Según Bethencourt Alfonso, Añaterve: “Ocupó el trono por enfermedad de su hermano mayor Sortiban o “el rey ciego”. A pesar de una re­sistencia heroica, fue conquistado su reino por Bencomo y él reducido a la condición de achimencey, dejando en Taoro como ga­rantía varios próceres en rehenes, entre los que figuraban Guetón, el príncipe heredero y el gran sacerdote o guañameñe, un her­mano, que fue ahorcado como conspirador.

Cuando el pueblo de Güímar perdió toda esperanza de recobrar su independencia, re­conoció la soberanía de los Reyes Católicos y se incorporó a los españoles para combatir con saña a los odiados taorinos. Añaterve era viudo de su esposa principal, con la que tuvo dos hijos, Guetón y Guayarmina. Fue muy querido de los es­pañoles, recibió el nombre de Juan de Can­delaria al ser bautizado y murió al poco tiempo.” En: Bethencourt Alfonso, 1991: 340.

[2] Es digno de destacar la agilidad del sigoñe Bentor homónimo del último mencey de Taoro.

“De la familia real de Bencomo, fue llamado por antonomasia «el sigoñe» o capitán por su heroísmo, fuerzas, agilidad y resistencia. Cuéntase de él cosas extraordinarias, como por ejemplo: que en los Juegos Beñesma-res de Anaga dio un salto de altura sobre doce palmos; y que al conocerse la muerte del Rey Grande durante la pelea, recibió en el mismo campo de batalla del príncipe Benytomo una orden reservada y urgentísi­ma que llevar a Taoro, ¡que la desempeñó en tres cuartos de hora!  J. Bethencourt Alfonso, 1991, t, 1:343.



[3] Según los cronistas mejor informados, Chimenchia-Tinguaro murió días después como consecuencia de las heridas recibidas durante el combate.
[4] En realidad Lope Fernández de la Guerra se convirtió en un socio más, de hecho cuando se procedió al reparto del botín de guerra, a Lope Fernández además de la cuota en esclavos y ganados, se le asignó uno de los valles más ricos y productivos de la isla, el actual Valle de Guerra.

5 Cuenta Núñez de la Peña que en esta entrada hallaron los españoles en una cueva un viejo, dos mucha­chos y una niña llorando sobre el cadáver de una mujer que acababa de expirar de la peste, y a su regreso pasaron de nuevo por la cueva con animo de apresar a los niños y vieron que el viejo había matado a los tres “porque, les dijo, más quiero ver muertos a mis hijos que verlos cautivos”. Núñez de la Peña. o. 147.

6 Eran sus nombres Rodrigo de Barrios, Juan de Guzmán, Diego Hernández de Manzanilla, Juan de Llarena, Francisco Melián, Francisco del Portillo, Gonzalo Muñoz, Juan Méndez, Diego de Solís, Lope de Fuentes, Rodrigo de Burguillos y Alonso Fernández Gallego. Núñez de la Peña, p. 149.


[7] Este desgraciado episodio de nuestra historia colonial fue novelado por Gil Roldan y sirvió de inspiración al grupo folklórico “Los Sabandeños” para componer su “Cantata del Mencey loco” por aquellos tiempos en que estos se dedicaban al rescate y difusión del folklore canario, antes de que el sistema colonial los captase para su causa con apariciones en las cadenas de televisión y con subvenciones oficiales.
[8] El duque de Medinasidonia en su testamento, redactado en 1507, hizo referencia a “los maravedís que le pertenecen, por cuenta de Alonso de Lugo, así por los recaudos públicos, como por la Bobadilla, su mujer”. Impagados en 1513, Leonor de Guzmán, duquesa viuda, reclamó a Alonso Fernández de Lugo, 5.248.160 de maravedís, pendientes desde la conquista de Tenerife.
























CAPITULO XI




INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) VI


Otra falacia histórica colonial: La supuesta Victoria de Acentejo

Una mentira mil veces repetida se transforma en una verdad
Joseph Goebbels.


En ocasiones no es fácil para un cristiano creyente fervoroso rayando en el fanatismo aún cuando este creyente  esté dotado de cierta capacidad intelectual, el asumir que su dios no siempre actúa conforme a sus deseos y rogativas, experimentando quizás en sus fueros más interno cierta sensación de sentirse estafado, especialmente cuando estando auto convencido de  que su causa es la única justa, creyendo interpretar los deseos de un dios del cual además se auto titula representante, aunque como es natural no medie una designación directa de la divinidad. Es por ello, que el creyente-fanático no puede asumir que sus deseos y propósitos se puedan ver truncados por un grupo de despreciables infieles.  Es probable que estos sentimientos perturbaran el espíritu del dominico fray Alonso de Espinosa cuando recorría la isla Chinech recabando información de guanches y colonos para su proyecto de documentar una serie de supuestos milagros voluntariamente atribuidos a la virgen de Candelaria, estas indagaciones y su desmesurada imaginación le condujeron a ser huéspedes de la santa Inquisición en Tamaránt por querer hacerse pasar por miembro de tan santo tribunal.

Cuando el buen dominico recogió la información de la batalla de Acentejo donde perecieron más de dos mil cristianos a manos de los tabores de infieles guanches, su ego de cristiano y andaluz se negaría a aceptar que su dios les sometiera a prueba tan dura.

Quizás sobreponiéndose a su decepción, decidió salvar el “honor” de aquellos cristianos invasores esclavistas creando una leyenda materia en la que además, eran expertos en su orden, así de la imaginativa mente del frayle surge el mito de la supuesta segunda batalla de Acentejo, como es sabido los mitos son relatos que pretenden dar modelos de actuación. Los mitos se imponen como relatos llenos de autoridad pero sin justificación; se apela, emotivamente, a que las cosas han sido así. Mito este de la segunda batalla que fue seguido y sostenido por cronistas e historiadores posteriores que han antepuesto una visión bucólica poética a la vez que revanchita de la creación de literaria de Espinosa, a un análisis crítico del mito en cuestión, porque  cuanto más viejo es un mito, más solera tiene y más a gusto se consume.  El creyente apenas se para a pensar en todas las fantasías que se hayan podido añadir durante los siglos en que estuvo vigente.  En la dimensión espiritual del hombre pesa más la tradición que la lógica más sensata.  Y cuanto más fantasioso es un mito más atractivo resulta. 

Pero antes de continuar con la invención del frayle con el mito de la supuesta segunda batalla de Acentejo, permítame el posible lector que reproduzca dos artículos tomados de la obra de Espinosa, Historia…, uno relativo a las “procesiones  angelicales” y el otro de los “milagros” de la virgen de Candelaria, hay que tener en cuenta que el frayle no nos está hablando de manera poética o figurada, son afirmaciones rotundas y según él incuestionables:
De los procesiones que en aquellos tiempos hacían los ángeles por la playa de Candelaria
Aunque, estando la santa imagen de Candelaria en Chinguaro en la casa del rey de Güímar, o en la cuevecita junto a ella, donde muchos años estuvo, habían los naturales guan­ches oído muchas veces armonía del cielo y músicas celes­tiales,[8] y visto muchas lumbres encendidas a modo de proce­sión, no eran tan ordinarias como lo fueron después que pa­saron la santa reliquia a la cueva de San Blas.[8]
Que como ya los guanches tenían más opinión y cono­cimiento de quién ella era, así ella obraba más a menudo cosas, con que los confirmaba en su opinión y los atraía a su devoción.
Eran las procesiones que los ángeles hacían así por la playa, donde la santa imagen estaba, como por la del Soco­rro, donde apareció, muy ordinarias, así de noche como de día, con mucha solemnidad, gran armonía y música de voces suavísimas, con muchedumbre de compañía que, con velas encendidas, puestas en orden y concierto, hacían su proce­sión, desde la ermita que llaman de Santiago hasta la cueva de San Blas, por toda la playa, que es larga; y esto era tan ordinario, que ya no lo extrañaban los naturales. [8]

En la playa que dicen de Abona, que será cuatro leguas désta de Candelaria, hacia la Montaña Roja, se veían también ordinariamente estas procesiones, principalmente por la fies­ta de la Asunción de Nuestra Señora; y esto es tanta verdad, que ahora, en estos tiempos, personas que las han visto se van a la dicha playa y hallan velas de cera acabadas de apa­gar, y algunos las han hallado encendidas y pegadas a los riscos y me enseñaron el lugar y yo lo vide. Y así en esta pla­ya, como en la de Candelaria, se halla por la orilla de la mar gran cantidad de gotas de cera que de las procesiones que los ángeles hacen en honra de la Candelaria gotean, y yo doy fe que las he hallado y visto, y las tengo en mi poder, y oído a oíros muchos lo propio.

Las candelas o velas que en estas playas se hallan, no son muy blancas, mas el pabilo no se deja entender de qué sea, porque ni es estopa ni algodón, antes en alguna mane­ra parece de seda blanca torcida. Lo que toca a estas proce­siones, que después acá que la isla es de cristianos, se han visto, adelante, cuando tratemos de los milagros, se hará mención dellas más particular. (Espinosa, 1980:64-66)

“De cómo Nuestra Señora de Candelaria libró un navío que iba para Indias de sus enemigos
Son tantos los milagros que esta Señora hace por los mareantes, que de solos ellos se pudiera hacer larga historia. Y de éstos son patentes indicios los muchos cabos y maro­mas de que las paredes de la iglesia están adornadas; que navegando navíos con grandes tempestades y llamando a Nuestra Señora de Candelaria, han sido por ella socorridos visiblemente, viéndola en el mástil mayor o en la popa de los navíos. Y de muchos que se cuentan y refieren diré al­gunos que he averiguado y comprobado.
Viniendo de España para Indias un navío de españoles con próspero viento, en el golfo de las Yeguas, que es cerca de estas islas de Canarias, toparon un navío francés, que les vino siguiendo tres días y tres noches; al cabo de los cuales habiéndoles ganado el barlovento, vino un martes en la tar­de a ponérseles a tiro de cañón. Y como los españoles venían sin armas ofensivas ni defensivas, y el enemigo hecho un reloj, perdiendo la esperanza de escapar de sus manos, a persuasión del maestro del navío, que tenía noticias de los milagros que Nuestra Señora hace por los que se le enco­miendan y en sus necesidades la invocan, con fe se enco­mendaron todos a esta Señora, prometiendo de ir en romería a su bendita casa.

El navío francés les comenzó a bombardear. Estando ya casi barloado con ellos, espantable caso: todas las bombas que daban en el navío español, como si ellas fueran de cera y el navío de bronce o metal, resurgían hechas pasta, sin ha­cer daño alguno; y muchas balas, así de los esmeriles y pie­zas que tiraban como de los mosquetes y escopetas, daban a los hombres en los pechos y otras partes, y caían a sus pies sin hacerles daño alguno. Y en particular dio una bala a los del navío español a uno en la muñeca del brazo, donde traía unas cuentas de reumas, y quebrándole una de ellas, no le hizo otro mal.

Viendo, pues, los del navío tan manifiesto milagro, die­ron voces a Nuestra Señora de Candelaria y volvieron sobre el navío francés, para barloar con él. Más los franceses cobra­ron tanto temor y miedo que, no osando esperar a los que tenían rendidos y acobardados, dieron a huir por el espacio­so mar, quedando los españoles libres y vencedores; desde donde vinieron al puerto de Santa Cruz, para venir a dar gra­cias a quien les había librado tan patentemente y con tanta honra.

Sucedió un admirable caso en este mismo día y en esta misma hora en que aconteció este milagro, que no permitió esta Señora que los religiosos que en su casa la sirven, ni los romeros que en ella estaban, que eran muchos, quedasen en ayunos de este consuelo y milagro; porque a prima noche oyeron todos tocarse las campanillas del coro que se suelen tañer al alzar; y esto por gran rato y espacio. Y yendo todos a ver lo que era (por ser cosa inusitada tocarse a aquellas horas), no hallaron persona alguna que tocarles pudiese. Y en­trando en la iglesia, estaba tan clara como si fuera a medio día. Y luego entendieron todos denotar aquello algún mila­gro que la Reina de los ángeles entonces hubiese hecho; y así notaron el día y la hora. Y de hoy a ocho días vinieron diez y nueve hombres del navío arriba dicho descalzos y en romería, uno de los cuales era don Gabriel de Montalvo, que con muchas lágrimas contaron todo lo sucedido. Este milagro está comprobado.” (Espinosa, 1980:164-166)

Y así,  ¡hasta cincuenta y seis “milagros” más! Juzgue el posible lector por sí mismo, pues bien, “fundamentados” documentos como los presentes han sido seguidos ciegamente por determinados intelectuales con patente de corso en la Historia de Canarias, creando una especie de “bola de nieve” en torno a determinados pasajes de nuestra historial colonial hasta el punto que es difícil dilucidar que contienen de verdad y cuanto de montaje mal intencionado, pero eso sí, desde un óptica  “culta” es decir, colonial.

El abogado e investigador canario Antonio Cubillo Ferreira en un interesante artículo relacionado con la supuesta segunda batalla de Acentejo y haciéndose eco de una  investigación sobre el tema realizada por el historiador Eduardo Espinosa nos dice:
“Mi estimado amigo, ya fallecido, natural de Ycod de los Vinos, Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas, después de muchos años de investigación y análisis de textos antiguos de la conquista y las datas notariales, escribió un magnífico opúsculo con el título de “El real de Ycoden y el postrero de la conquista”[8] en el cual, con todo lujo de detalles, se analizan los hechos históricos y documentos para demostrar que nunca existió esa “victoria de Asentejo”, inventada por los españoles. El montaje histórico, nos dice Eduardo, surge de una invención fabricada por el monje dominico fray Alonso de Espinosa”, y continua el Sr. Cubillo: “dice, que después de la batalla de Aguere marchó Alonso de Lugo con el ejército a La Orotava, sin que los guanches se opusieran a su acción, “hasta assentar su real en el lugar del que se denominó Realejo en el término de Taoro”, y que desde aquí hicieron correrías las tropas conquistadoras hasta que los guanches presentaron la batalla en un lugar de Acentejo cercano al otro donde había sido la primera, siendo vencidos y muertos la mayor parte de ellos y cantada la victoria por sus enemigos después de haber peleado la mayor parte del día. Según el fraile dominico, los guanches desplegaron sus tropas ante las de los españoles, provocando el combate en campo abierto, en el mismo sitio donde los habían derrotado en Asentejo. Esto no es un hecho real sino una historia fabricada por el fraile. 
El historiador icodense da una cita del monje que dice: “Marchó su campo la vía de la Orotava, con mejor suceso que la vez primera, sin hallar mucha resistencia, aunque alguna, hasta asentar su real en el lugar que se denominó Realejo”. Eso quiere decir que no hubo ninguna acción bélica entre Aguere y Taoro.”
La historiografía y las fuentes archivisticas canarias nos trasmite interesantes y pormenorizados detalles de batallas y escaramuzas sostenidas entre los invasores europeos y nuestros ancestros, por ejemplo la batalla de Ofra donde Maldonado y Saavedra perdieron 200 mercenarios muertos en el combate, Acentejo donde murieron más de 2.000 milites, la batalla de Aguere favorable a los invasores, escaramuzas como la de Las Pañuelas, Abikure en Anaga, las de Icod, Adeje etc. No es comprensible que la supuesta segunda batalla de Acentejo con la magnitud que le atribuye el frayle Espinosa y sus seguidores,  no haya dejado mas huella documental que el relato-ficción del dominico.
Interesado en esta cuestión he indagado en las fuentes por si pudiera existir algún resquicio que pudiera dar algún viso credibilidad al relato de Espinosa, pero mi esfuerzo resultó inútil en tal sentido.

Isabel Fuentes Rebollo   (1501-1510)                       168 documentos.
Datas de Tenerife, libros I al IV                              1884       
Datas de Tenerife libro V                                          146       
Antonio Rumeu de Armas                                           50       
Eduardo Azanar Vallejo  (1476-1515)                    1203       
Eduardo Aznar Et. Al.  (1518-1525)                         658       
             
Total documentos consultados                                                     4.109

Todos estos documentos correspondientes al archivo principal de la Corona de Castilla, el de Simancas y en una de sus secciones más interesantes el Registro General del Sello (exceptuado las Datas), han sido reproducidos íntegramente o extractados por autores de reconocida solvencia académica. En ninguno de ellos se hace la menor referencia a la supuesta segunda batalla de Acentejo. Hecho que de haber tenido lugar tal como nos los presentan determinados elucubradores, es prácticamente imposible que no estuviese reflejado en las fuentes documentales. Antonio Cedeño militi que vino a la conquista de Tanaránt con Juan Rejón y que participo en la invasión de Chinech, escribió una crónica de la conquista Breve resumen e historia muy verdadera de la conquista de Canaria, no recoge la supuesta segunda batalla de Acentejo. Otro criollo e historiador el medico Tomás Marín de Cubas, no hace mención a dicha batalla.

Curiosamente este supuesto hecho de armas tampoco es mencionado por los dos cronistas españoles mejor informados de la época, Bernáldez y el Cura de los Palacios.

Desde mi punto de vista, lo que el fraile tomo por una batalla fue una de las tantas correrías que habitualmente realizaban los invasores para la captura de esclavos o ganados recogida por transmisión oral, la que dio pie a Espinosa para urdir su hiperbólica segunda batalla de Acentejo: 

“…Iba en van­guardia de esta expedición el mismo Lope Fer­nández de la Guerra, quien, deseoso de penetrar en el famoso distrito, se adelantó solo hasta el lugar donde está hoy el caserío de Santa Úr­sula; pero, al llegar allí, le salieron de impro­viso al encuentro y le acometieron, dando horroro­sos silbos, veinte guanches que estaban en ace­cho tras unos matorrales.

Como el sitio no era favorable para la de­fensa, retrocedió Lope, saliendo a escape sobre su caballo hasta que, entrando en un llano donde podía manejar sus armas, retrocedió, y hacien­do frente a los isleños que de cerca le perseguían, mató seis con su lanza, ahuyentando a los demás, entre los cuales quedó uno prisionero bajo los pies del caballo”. (A. Millares Torres)

En este encuentro murió luchando valientemente Badamoheí, infante de la casa real de Tacoronte.

Entre  las Datas de repartimiento de las tierras usurpadas, existe una que considero de interés por los datos que aporta, un pino con seguridad el Pino Santo de la actual Victoria, un barranco primero como vamos a La Laguna, actual Barranco de Cabrera, por consiguiente las tierras concedidas a Juan Benítez por esta data forman parte de  los municipios de La Matanza y La Victoria:
1.356-26.—Juan Benítez. Como a v° e conquistador q. fuistes destas islas y por los muchos trabajos q. en estas conquistas hovistes os do., un pedazo de tas. de s. q. son en Asentejo para sembrar pan, las cuales dhas. tas. habéis de echar la linde desde un pino q. está “en hante de la ranbla honda estuvimos el día del desbarato de Asentejo” y ha de venir la linde dende aquel pino atravesando fasta un barranco primero como vamos a La Laguna y dende este linde hasta la montaña, os do las dhas. tas. q. han por linderos la rambla honda hasta la montaña y de la otra parte de abajo está dha. linde y del otro lado el barranquillo suso dende están unos barecos como vamos a La Laguna y de la otra parte de arriba la montaña. Digo q. vos do 250 f. 10-111-1502.
Si en dicho término hubiese tenido lugar la pretendida segunda batalla de Acentejo, es lógico y dado la especial idiosincrasia de los invasores que en lugar de recoger en el documento como referencia del lugar la expresión “estuvimos el día del desbarato de Asentejo”, con toda seguridad hubiesen empleado la de: “estuvimos el dia del desbarato de los guanches”, terminología más apropiada de haber existido tal batalla y recogida documentalmente para eventos similares.
En cuanto al topónimo La Victoria de Acentejo, es cuando menos lamentable que organismos oficiales se presten de manera consiente a un continuo ejercicio de pleitesía en su acepción como capitulación, rendición, sometimiento a los poderes coloniales, y que además se encuentran cómodos con la situación heredada siendo incapaces de indagar en los fundamentos históricos de su  existencia.
Uno no puede dejar de sentir vergüenza ajena cuando lee textos como el siguiente:
“La Victoria de Acentejo es uno de los pueblos más notables en la historia de Canarias.
Debe su nombre al grito de ¡Victoria! que dieron los castellanos en la batalla que les   otorgó la Conquista de la isla de Tenerife el 25 de diciembre de 1495. En honor a este hecho se celebró una misa junto al Pino, que pervive como símbolo del municipio y se   prometió levantar una ermita en el lugar donde hoy se alza el templo parroquial, lo que inició el asentamiento de los primeros pobladores.”[8]
En ocasiones los lugares toman el nombre de determinados hechos notables ocurridos en los mismos, que permanecen en la memoria de los coetáneos y es trasmitida a las sucesivas generaciones lo cual acaba siendo reflejado en la documentación de cada momento, bien por normativas administrativas, testamentos, documentos de compra-venta etc.

Un de las fuentes más fiables por la proximidad a los hechos de la invasión de la isla son las datas o cédulas de repartimiento de las tierras usurpadas, en este caso las relativas al Achimenceyato de Acentejo.

De las 53 datas de repartimiento fechadas entre 1497 y 1522, que recogen el topónimo Acentejo, ninguna de ellas menciona a La Victoria de Acentejo, prueba evidente de que en el lugar no se produjo ningún acontecimiento con la suficiente entidad como para que fuese conservado por la memoria popular o por decisión de los estamentos gobernante, en cambio el topónimo La Matanza de Acentejo está recogido en cinco de ellas y documentado desde 1497, para una mayor inteligencia del posible lector reproducimos dichas datas:

22.—Juan Rodrigues de Gamonales en mi nonbre y nonbre de Miguel de Plasencia suplico a V. M. q. por quanto avernos fama de servir a V. M. y ser vs.... unas tas. q. están dondescendiendo la Matanca de Acentejo la primera rambla fasta la otra de los Charcos q. alinda con Baeca y sus compañeros e por quanto no es mucho para nosotros suplicamos a V. M. nos la mande firmar q. en esto ganará V. M. vassallos y será servicio a Dios. 30-VIII-1491 (?).

662-3.—Diego Mancanufyo. «Yo Alonso de Lugo, governador de las islas de Tenerife y San Miguel de la Palma, do a vos D. M. unas tas. q. son sobre el ruoque junto con las montañetas de la Matanca y fasta las cuevas questán en barranco de la Matanca y las cuevas questán sobre el roque y otras q. son mías y de Juan Delgado questán en el barranco de Fanfan cerca de la ta. de Ygoymad porq. así q. vos las do vos do este alvalá firmado de mi nombre fecho xx días de mes de otubre de xc y siete años y estas cuevas questán sobre el roque son para mí y Pero García. Dénsele 3 c. de senbradura donde demanda. Alonso de Lugo». 20-X-1497. [Tras­lado adjunto, de J. López de Acoca, escribano mayor].
818-60.—Rodrigo Yanes. Tas. para q. son en Agentejo abajo de la Matanca pasando el charco del agua aliende de un ba­rranco seco, en el mismo lomo donde ya vos he dado otro peda­zo de tas., demás de lo dado os hago merced de otras 5 c. Le da 3 c. 27-111-1503.
1.242-25.—Fernando Días, v°. Un pedazo de ta. monte q. es en Acentejo, abajo de La Matanca, linderos el barranco y tas. de Pedro de Agreda y de la otra parte la montaña y malpaís, la cual ta. va por el lomo abajo hasta la mar, en q. puede haber 3 c. para sembrar. 6-VI-1509.
712-63.—Pedro Vizcaíno. «Beso las manos de V. M. a la cual plega saber en como en las Matancas están unas cuevas mías q. V. M. me mandó dar y un pedazo de ta. cabe las cuevas». Le sean dadas las tas. y cuevas. Alonso de Lugo. S. f.
Por otra parte, el Cabildo de los colonos en su sesión de 25 de julio 1508 dispone los lugares donde han de tener lugar la mesta, situándola de esta manera:
“Están de la Punta haza en todos los términos de Taoro y hirán a hazer mesta al avchón del Rey al Ryo quando se apregonare que será el lunes prime­ro que vyene, so pena de dc mrs. para el reparo de los caminos desta ysla; e los que están de la Matanza a este cabo, hasta el arroyo de Guavonje, que se entiende donde mataren a Sordillán, quando los llamaren vayan todos a fazer su mesta a la cruz que es camino de Taoro; e los que están desde el arroyo hasta todo el término de Tegueste vayan con sus ganados a hazer mesta al arroyo del agua de Tegueste, al Paso Baxo; e los otros que están en todo el término de Anaga se junten para quando los llamaren en el arroyo que está a la cabezada de todo el arroyo de Tegueste; e los que están en Heneto se junten en Taco, en la montaña, para hazer mesta; e todos los otros ganados que sean en todo el término de Guymar con la montaña se junten todos a las Syete Huentes del señor Governador, e que ninguna persona non sea osado de dexar de mesta ninguna res, so pena que el que se le provare ge lo demandarán por de hurto e sy fuere guanche que le serán dados cientaçotes.” (Acuerdos Cabildo de Tenerife, 1508, fol. 8v.)
Este texto nos indica que en la época el término de  La Matanza abarcaba toda la comarca de Acentejo[8] con los mismos límites del achimenceyato del mismo nombre que en tiempos de la invasión estaba gobernado por Chimenchia-Tinguaro, hermano del gran Kebehi Benchomo. Dicho territorio lo ocupa los actuales municipios de La Matanza, La Victoria y Santa Úrsula, poblaciones estas dos últimas que en aquellos momentos no debían ser significativas puesto que no son reseñadas en la documentación  de aquel tiempo.
No es comprensible según las tácticas militares de la época que los invasores pusieran en marcha todo su ejercito de mercenarios en pleno apogeo de la estación invernal, y mucho menos que después de haber obtenido la supuesta victoria nada menos que sobre 5.000 guanches según algunos sesudos historiadores, dieran contra marcha regresando al campamento de Añazu, en lugar de ocupar el apetecido menceyato de Tahoro.
La realidad es que por esas fechas las tropas invasoras estaban acuarteladas invernando en Añazu y con graves problemas de mantenimientos, por lo que de vez en cuando algunos destacamentos hacían cabalgadas a la rapiña de ganado, mientras tanto, dejaban que la epidemia de modorra hiciera sus estragos y, posiblemente reenvenenando los acuíferos, así estuvieron hasta la primavera del año siguiente  por finales de mayo recibieron un buque con ayuda del duque de Medinasidionia, no fue hasta el mes de julio de 1496 que las tropas se pusieron en marcha hacía Taoro sin gran resistencia por parte de los guanches porque tal como recoge Marín de Cubas: “estaban todos enfermos, cayendose a sus pies, allí había grandes cantidades de cuerpos, unos cerca del agua muertos, otros emparedados en cuevas y paredones a modo de hornillos, y todo era horroroso, y entrado de la cuaresma no aparecía un hombre vivo por todos aquellos campos y sierras”. (Marín de Cubas, [1694] 1993: 196)