lunes, 30 de abril de 2012

Los caciques locales instan al Ayuntamiento de Garachico (Tenerife) la instalación de un cuartel de la guardia civil.


1932 enero 4.
Los caciques locales instan al Ayuntamiento de Garachico (Tenerife) la instalación de un cuartel de la guardia civil.

Son varios los vecinos de Garachico que recuerdan los numerosos in­convenientes que hubo necesidad de vencer para situar en la Villa un des­tacamento de la Guardia Civil. No puede olvidarse que Buenavista e Icod tenían ya implantado el servicio con acuartelamientos propios, por lo que en algunos sectores se estimaba innecesario organizar un nuevo puesto si Los Silos, El Tanque y Garachico podían ser atendidos por los dos existen­tes en la comarca.

Sin embargo, las gestiones llevadas a cabo en Garachico por influyen­tes vecinos —no siempre secundadas por el Ayuntamiento— hicieron po­sible la creación del puesto, siendo trasladados a la localidad los componentes del Cuartel de San Miguel de Abona, sin duda por entender­se que sería más útil su presencia en la villa norteña.

Los primeros pasos de la petición y las incidencias surgidas quedan explicadas con cierta amplitud en los libros de actas del Ayuntamiento garachiquense, donde no se señala, sin embargo, la fecha del comienzo de la actividad, ni el día de la llegada de los componentes de la plantilla, ni los actos que se llevarían a cabo por la inauguración del servicio.

Pero hay en las actas consistoriales algunos datos que merecen ser co­nocidos porque ponen de manifiesto las principales incidencias desarrolla­das antes de la creación definitiva del destacamento.

En la sesión del 4 de enero de 1932 estudia el Ayuntamiento, en reu­nión extraordinaria, un único punto en el orden del día:
Dar conocimiento de una solicitud de varios vecinos de esta localidad ofreciendo al Ayuntamiento una casa en condiciones para Cuartel del Cuer­po de la Guardia Civil.
La citada comunicación, que fue leída en su totalidad por orden del al­calde, don Eugenio Hernández Bravo, estaba firmada por los siguientes vecinos: don Atilano de la Torre Cáceres, don Conrado Brier y Ponte, don Donato Pérez, don Fermín Méndez, don Eugenio Hernández Bravo, don Melchor de la Torre Cáceres, don Carmelo Mascareño, don Luís López de Ayala, don Ernesto de León-Huerta, don Domingo Velázquez de la Cruz, don Teodoro Velázquez, don Juan Pérez Díaz, don José Bravo del Pino.
don Antonio Páez, doña María Pérez Díaz, don Ezequiel González, don Francisco Rolo, don Juan Díaz Jiménez, don Aniceto Mansito, don Joaquín Martínez del Pino, don Adolfo Rodríguez, don José María Adán, don José Rodríguez y don Gregorio Fleytas, quienes dicen ser sabedores de los pro­pósitos del Ministerio de la Gobernación de dotar a Garachico de un pues­to de la Guardia Civil, propósito que estiman plausible, puesto que ello ayudaría a obtener una vigilancia de los intereses públicos y privados, así como la tranquilidad y la paz de los ciudadanos.

Solicitaban los firmantes la colaboración del Ayuntamiento y ofrecían el edificio de la Casa de Gallos, debidamente acondicionada para Cuartel-residencia de los componentes de la plantilla que en su día se designase.

El Ayuntamiento acordó aceptar el ofrecimiento de los vecinos y solici­tar se agilizaran trámites para conseguir que el Ministerio llevara a cabo la implantación del servicio.

Pero las cosas se complican y los ánimos se enfrían. La sesión que el Ayuntamiento celebra 16 meses después es bien diferente. Ya no está al frente de la Corporación don Eugenio Hernández Bravo, quien, además, figuraba como firmante de aquel primer escrito, sino don Antonio Gonzá­lez Velázquez, quien parece ver las cosas de otro modo. Además la situa­ción financiera del Ayuntamiento es deficitaria, por lo que el Cuerpo Consistorial acuerda por mayoría dirigirse a los señores firmantes de aquel escrito del 4 de enero del año anterior y les invita a que
contribuyan a toda clase de gastos que proporcione el establecimiento del ya repetido puesto, su entretenimiento y conservación interior y exterior de la casa ofrecida para Cuartel de la Guardia Civil.
En este acuerdo, que se toma el día 3 de mayo de 1933, se exige a los firmantes que contesten a la comunicación, antes del miércoles de la sema­na entrante. Algunos concejales, como no podía ser menos, encuentran el acuerdo exageradamente negativo, a pesar de lo cual se acepta por mayoría.
Una semana después se celebra nueva sesión en la que se lee un ofi­cio de don Atilano de la Torre, primer firmante del anterior escrito. Están de acuerdo los firmantes en abonar todos los gastos que se ocasionen por un período que ellos estimen oportuno, pero este apartado no se acepta...
...en atención a que el compromiso a que se contrae el oficio referido no concreta plazo determinado.
En vista de ello se acuerda hacer una nueva invitación a dichos seño­res, encaminada a conseguir que los gastos de entretenimiento del puesto que se pretende sean de cuenta de ellos durante los diez años que se fija en el ofrecimiento de la Casa-cuartelpara el ya aludido Instituto, agrade­ciéndoles su contestación antes del miércoles próximo, para adoptar, en su insta, la resolución que proceda. (El acuerdo tiene fecha 10 de mayo de 1933).
Como han transcurrido dos semanas sin que los firmantes de la peti­ción hubieran contestado al acuerdo consistorial, vuelve el Ayuntamiento a oficiar a don Atilano de la Torre Cáceres para recordarle el contenido de aquella comunicación y el plazo que se había fijado. Se exige otra vez una respuesta pues, de lo contrario, se tomaría otra resolución, según se esti­mara pertinente.

En la sesión del día 31 de mayo se vuelve a tratar el tema sin que se vislumbren soluciones. Los firmantes de la petición inicial no han vuelto a dirigirse al Ayuntamiento, mientras el Ministerio de la Gobernación tampo­co ha vuelto a pronunciarse sobre el tema. Pero, mientras dura este pe­queño enfrentamiento entre las dos posturas, el Ayuntamiento ha seguido abonando el importe de varias facturas por los gastos que ha ocasionado la presencia de la Guardia Civil de Icod, a la que se ha de ofrecer aloja­miento y comida cada vez que se presenta en el pueblo a cumplir una mi­sión, Así, el 23 de diciembre se abonan las correspondientes al trabajo de una pareja de la Guardia Civil que el pasado Noviembre estuvieron en esta localidad con motivo de las elecciones de Diputados a Cortes.

Así continuaron las cosas hasta 1935. En los libros de actas no hay aclaración a situaciones posteriores, pero hemos tenido acceso a algunos libros del actual cuartel de la Guardia Civil de Garachico, donde se nos ha informado, además, de fechas exactas y datos precisos sobre el tema que nos ocupa.
Este Puesto fue creado por Orden del Ministerio de la Gobernación con fecha de 20 de marzo de 1935 con la dotación de un cabo y seis guardias.
Luego, con fecha 19 de septiembre del mismo año, el destacamento quedó integrado por un cabo y cinco guardias.
En la memoria de los vecinos de cierta edad figuran los nombres de los primeros números llegados a la Villa: don Manuel Delgado, don Juan Trescastro, don Benedicto Silván, don Juan Lago y don Francisco Rodrí­guez, ocupando la titularidad como comandante de puesto el cabo Barce-ló, como se le conocía popularmente.

En el Libro de Providencias, que nos ha sido mostrado, se pone de manifiesto que el destacamento garachiquense procede de San Miguel de Abona, cuya dotación pasó a la Villa y Puerto posiblemente por necesida­des de servicio. En el libro de referencia, número 3 de registro y único que se conserva de aquella época, se pueden leer datos de las visitas lle­vadas a cabo en la localidad sureña entre el 23 de noviembre de 1928 y el 21 de marzo de 1935. Luego, unos días después, concretamente el 27 de marzo, aparece ya constancia de la primera visita en Garachico, en el mis­mo libro, lo que evidencia la continuidad de un servicio por un mismo grupo de personas, aunque en puesto diferente.

Pero el cuartel garachiquense no es precisamente un hotel de cinco estrellas; no puede olvidarse que la edificación nació como casa de gallos.

De ahí que en agosto del mismo año volviera al Ayuntamiento una comu­nicación de don Atilano de la Torre, como primer firmante, solicitando permiso para reformar un tanto el inmueble —parte de la fachada princi­pal, por el lado Oeste (sesión del 21 de agosto de 1935— y que fue conce­dido a los peticionarios.

En la vieja Casa de Gallos residió la guardia civil hasta fechas bien re­cientes.

En 1975 decidió el Ayuntamiento ceder al Estado el antiguo cuar­tel y la finca colindante para la creación de un nuevo edificio. Pero hubo necesidad de dar muchos pasos para conseguir los propósitos. Hasta 1981 no dieron comienzo las obras, después de una serie de iniciativas tenden­tes a superar una interminable cadena de inconvenientes. Durante el tiem­po que duraron las obras estuvieron las oficinas de la Guardia Civil en local provisional (calle Esteban de Ponte, núm. 5) para regresar de nuevo al anterior domicilio, ya con nueva edificación, el 14 de febrero de 1986.

El edificio cuenta con 15 pabellones familiares, locales para guardias solteros, oficinas, garajes y diversas dependencias. Casi tres años duraron las obras, en las que se emplearon cien millones de pesetas; pero el resul­tado ha sido altamente positivo. Cierto que no es una edificación que en­caje con su entorno arquitectónico, pero cumple a plena satisfacción el cometido que se le señaló cuando fue erigido.
Destacamento de tráfico
Una vez levantado el edificio todos los pasos van encaminados hacia la consecución de un Destacamento de Tráfico, dependiente también de la Dirección General de la Guardia Civil. La iniciativa provoca reacciones negativas en otras localidades, interesadas también en el tema. Ello supone una serie de enfrentamientos que están a punto de paralizar las gestiones iniciadas. Después de un período de desorientación, Garachico pone a disposición de la Comandancia Provincial parte del edificio finalizado, cuya amplitud permite la concordancia de ambos servicios. Las condicio­nes son inmejorables por lo que la autoridad pertinente se decidió por Garachico, desestimando otras propuestas por inviables.

Así, en marzo de 1986 llegan los nuevos números, acompañados de sus familiares.

El Ayuntamiento ofrece una recepción a los nuevos inquilinos, que van a comenzar una nueva andadura. Hubo discursos alusivos, palabras de bienvenida, buenos deseos, ofrecimientos recíprocos. Pronto se comienza la tarea encomendada, que habría de tener un amplio radio de acción: entre Puerto de la Cruz y Buenavista, por el Norte; hasta Guía de Isora, por el Sur. La presencia de la Guardia Civil de Tráfico en Garachico ha venido a significar una eficaz ayuda para hacer más fluida la circula­ción de vehículos en la amplia comarca en la que desarrolla su actividad, colaborando eficazmente para la evitación de situaciones conflictivas y en favor de la seguridad vial en la zona geográfica que tiene por centro a Ga­rachico. (Carlos Acosta García, 1994:515  y ss.)


domingo, 29 de abril de 2012

Evolución del régimen local de las Islas Canarias División de la provincia. Corporaciones provinciales e insulares


1929 agosto 7.
Evolución del régimen local de las Islas Canarias
División de la provincia. Corporaciones provinciales e insulares

Las diferencias en torno a los servicios a realizar por la nueva Mancomunidad continuaron de igual forma a como se había producido con la Diputación. La Isla de Gran Canaria, por otra parte, no cedía en sus aspiraciones de lograr una independencia absoluta en la administración provincial respecto a Tenerife. Por Real Decreto de 21 de septiembre de 1927 se divide el Archipiélago en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife, formada por las Islas de Tenerife, La Palma, la Gomera y el Hierro; y Las Palmas, integrada por las de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y los islotes de Alegranza, Roque del Este, Roque del Oeste, Graciosa, Montaña Clara y Lobos. Respeta esta disposición los Cabildos insulares y dispone la sustitución de la Mancomunidad de Canarias por la de cada una de las nuevas provincias, que podían concertarse voluntariamente para la reali­zación de servicios.
Para adaptar el título VI del libro I del Estatuto de 1925 a la nueva demarcación se dicta el Real Decreto-Ley de 8 de mayo de 1928, que dispone la subsistencia de los Cabildos y de las Mancomunidades for­zosas, añadiendo a los fines de éstas, tal como los había previsto la ordena­ción de 1925, el atender a los servicios de carácter interinsular. En esta forma resultaban delimitadas las funciones de los Cabildos a los servicios propiamente insulares.
Cumpliendo lo previsto en el decreto de 1928, la Mancomuni­dad de Tenerife elevó propuesta para la aprobación de su Reglamento or­gánico, que fue sancionado por Real Decreto de 7 de agosto de 1929. En él se desarrollan y concretan sus atribuciones, quedando a su cargo, con el carácter de interinsular, el servicio benéfico de reclusión de dementes.
La Mancomunidad de la provincia de Las Palmas no redactó su Re­glamento, ni asumió servicio alguno, funcionando en el propio Cabildo de Gran Canaria y con el personal de esta Corporación.
Proclamada la República de 1931, al discutirse su Constitu­ción, los Diputados por Tenerife pretendieron la creación de la Región Ca­naria, con capitalidad en Santa Cruz de Tenerife, no llegando a prosperar su criterio y consignando aquel código en su artículo décimo que en el Archipiélago, además de la organización provincial común, cada Isla for­maría una categoría orgánica, provista de un Cabildo insular como cuerpo gestor de sus intereses peculiares, con funciones y facultades administra­tivas iguales a las que la ley asignase al de las provincias.
Mientras, en Santa Cruz de Tenerife se celebraba una asamblea, cuyas conclusiones concretó en los siguientes términos: «La Asamblea pro­clama, como aspiración fundamental en orden a la estructuración político-administrativa de las Islas, que el Archipiélago canario, integrado por mu­nicipios libres, dentro déla Isla autónoma, constituye una única región na­tural, también con plena autonomía, bajo el poder soberano de España».
El proyecto de ley provincial presentado a las Cortes en 1934, que no llegó a aprobarse, proponía la subsistencia de los Cabildos insula­res y la desaparición de las Mancomunidades provinciales forzosas. La Corporación provincial de Tenerife realiza una campaña de oposición, con­siderando el proyecto contrario a las normas constitucionales y proponien­do que mientras los Cabildos asumiesen una función administrativa den­tro de cada Isla, las Mancomunidades fuesen organismos políticos, repre­sentativos de las provincias.
En el párrafo primero de las disposiciones finales de la Ley de Bases de Régimen Local de 17 de julio del corriente año (1945), a¡ hablar de la estructuración administrativa especial de las Islas, se dice será respeta­da la subsistencia de los Cabildos y Mancomunidades interinsulares de Canarias. Su lógica interpretación induce a pensar que el propósito del legislador ha sido mantener en todos sus aspectos la organización prevista en el texto reformado del Estatuto provincial vigente.
Es hoy patente la tendencia por parte de algunos Cabildos de la provincia de Tenerife, contraria a la subsistencia de su Mancomunidad, o propugnadora, al menos, de la limitación de sus funciones a la de simple órgano representativo de la provincia. El constante aumento en la cuantía de las aportaciones económicas de los mismos, para nutrir la hacienda de la Mancomunidad, es, sin duda, su principal causa determinante. Consi­deramos, por nuestra parte, necesaria la subsistencia de una Corporación que unifique y represente la comunidad de intereses de sus cuatro islas con independencia de todos y cada uno de sus Cabildos, única forma en que le sería posible su actuación por encima de posibles divergencias en­tre éstos. El excesivo fraccionamiento de la administración local en la esfe­ra de lo provincial debilitaría su actuación representativa de los intereses propios. Ahora bien, para que estas Comunidades sean eficaces es preciso se sienta aquella unidad y se considere representada en tales Corporacio­nes, lo que no ha venido ocurriendo. La desconfianza y recelo por parte de todos lo ha impedido. Iguales causas, y el arrastre de la lucha de más de un siglo entre Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, han hecho irrealizable hasta el día la tantas veces proyectada Región Canaria, cuya unidad de intereses igualmente justificaría la existencia de una administración local regional. Tal vez sea realizable algún día, bajo el principio de no señala­miento de una capital fija de la misma. (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1994: 131 y ss.)


miércoles, 25 de abril de 2012

Evolución del régimen local de las Islas Canarias División de la provincia. Corporaciones provinciales e insulares


1929 agosto 7.
Evolución del régimen local de las Islas Canarias
División de la provincia. Corporaciones provinciales e insulares

Las diferencias en torno a los servicios a realizar por la nueva Mancomunidad continuaron de igual forma a como se había producido con la Diputación. La Isla de Gran Canaria, por otra parte, no cedía en sus aspiraciones de lograr una independencia absoluta en la administración provincial respecto a Tenerife. Por Real Decreto de 21 de septiembre de 1927 se divide el Archipiélago en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife, formada por las Islas de Tenerife, La Palma, la Gomera y el Hierro; y Las Palmas, integrada por las de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y los islotes de Alegranza, Roque del Este, Roque del Oeste, Graciosa, Montaña Clara y Lobos. Respeta esta disposición los Cabildos insulares y dispone la sustitución de la Mancomunidad de Canarias por la de cada una de las nuevas provincias, que podían concertarse voluntariamente para la reali­zación de servicios.
Para adaptar el título VI del libro I del Estatuto de 1925 a la nueva demarcación se dicta el Real Decreto-Ley de 8 de mayo de 1928, que dispone la subsistencia de los Cabildos y de las Mancomunidades for­zosas, añadiendo a los fines de éstas, tal como los había previsto la ordena­ción de 1925, el atender a los servicios de carácter interinsular. En esta forma resultaban delimitadas las funciones de los Cabildos a los servicios propiamente insulares.
Cumpliendo lo previsto en el decreto de 1928, la Mancomuni­dad de Tenerife elevó propuesta para la aprobación de su Reglamento or­gánico, que fue sancionado por Real Decreto de 7 de agosto de 1929. En él se desarrollan y concretan sus atribuciones, quedando a su cargo, con el carácter de interinsular, el servicio benéfico de reclusión de dementes.
La Mancomunidad de la provincia de Las Palmas no redactó su Re­glamento, ni asumió servicio alguno, funcionando en el propio Cabildo de Gran Canaria y con el personal de esta Corporación.
Proclamada la República de 1931, al discutirse su Constitu­ción, los Diputados por Tenerife pretendieron la creación de la Región Ca­naria, con capitalidad en Santa Cruz de Tenerife, no llegando a prosperar su criterio y consignando aquel código en su artículo décimo que en el Archipiélago, además de la organización provincial común, cada Isla for­maría una categoría orgánica, provista de un Cabildo insular como cuerpo gestor de sus intereses peculiares, con funciones y facultades administra­tivas iguales a las que la ley asignase al de las provincias.
Mientras, en Santa Cruz de Tenerife se celebraba una asamblea, cuyas conclusiones concretó en los siguientes términos: «La Asamblea pro­clama, como aspiración fundamental en orden a la estructuración político-administrativa de las Islas, que el Archipiélago canario, integrado por mu­nicipios libres, dentro déla Isla autónoma, constituye una única región na­tural, también con plena autonomía, bajo el poder soberano de España».
El proyecto de ley provincial presentado a las Cortes en 1934, que no llegó a aprobarse, proponía la subsistencia de los Cabildos insula­res y la desaparición de las Mancomunidades provinciales forzosas. La Corporación provincial de Tenerife realiza una campaña de oposición, con­siderando el proyecto contrario a las normas constitucionales y proponien­do que mientras los Cabildos asumiesen una función administrativa den­tro de cada Isla, las Mancomunidades fuesen organismos políticos, repre­sentativos de las provincias.
En el párrafo primero de las disposiciones finales de la Ley de Bases de Régimen Local de 17 de julio del corriente año (1945), a¡ hablar de la estructuración administrativa especial de las Islas, se dice será respeta­da la subsistencia de los Cabildos y Mancomunidades interinsulares de Canarias. Su lógica interpretación induce a pensar que el propósito del legislador ha sido mantener en todos sus aspectos la organización prevista en el texto reformado del Estatuto provincial vigente.
Es hoy patente la tendencia por parte de algunos Cabildos de la provincia de Tenerife, contraria a la subsistencia de su Mancomunidad, o propugnadora, al menos, de la limitación de sus funciones a la de simple órgano representativo de la provincia. El constante aumento en la cuantía de las aportaciones económicas de los mismos, para nutrir la hacienda de la Mancomunidad, es, sin duda, su principal causa determinante. Consi­deramos, por nuestra parte, necesaria la subsistencia de una Corporación que unifique y represente la comunidad de intereses de sus cuatro islas con independencia de todos y cada uno de sus Cabildos, única forma en que le sería posible su actuación por encima de posibles divergencias en­tre éstos. El excesivo fraccionamiento de la administración local en la esfe­ra de lo provincial debilitaría su actuación representativa de los intereses propios. Ahora bien, para que estas Comunidades sean eficaces es preciso se sienta aquella unidad y se considere representada en tales Corporacio­nes, lo que no ha venido ocurriendo. La desconfianza y recelo por parte de todos lo ha impedido. Iguales causas, y el arrastre de la lucha de más de un siglo entre Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, han hecho irrealizable hasta el día la tantas veces proyectada Región Canaria, cuya unidad de intereses igualmente justificaría la existencia de una administración local regional. Tal vez sea realizable algún día, bajo el principio de no señala­miento de una capital fija de la misma. (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1994: 131 y ss.)


martes, 24 de abril de 2012

El Caciquismo conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial



1914 agosto 14

El Caciquismo conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial
La Gran Guerra sumió a Canarias en una crisis grave porque el Conflicto bloqueó las ventas de plátanos y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos y, por tanto, la disponibilidad para importar artículos de primera necesidad. Las Islas tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción de alimentos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las limitaciones de la agricultura insular encarecieron los alimentos, en un contexto de crecimiento del desempleo, debido al continuo cierre de empresas. El Diario de La Palma describía así la situación: "paralizado el comercio, perjudicada la agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a sus necesidades con la industria del bordado; paralizadas también las obras del puerto, aquí se presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de las subsistencias, tanto más, cuanto que la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos no se atienden y los precios se elevan rápidamente" (Obras públicas: para todos, Diario de La Palma, 14 de agosto de 1914 ).
Como ya sucediera a principios de siglo, esta crisis económica coincidió con que "las válvulas emigratorias están cerradas" debido a que la Isla de Cuba, "a la que se dirigen con predilección los canarios, herida también por el azote de la guerra, padece...una terrible crisis económica que le ha obturado sus fuentes de riqueza". "Encerrada, pues, - señalaba Diario de La Palma- en los estrechos límites de esta peña oceánica, con la miseria en sus casas y la cerrazón del horizonte en lontananza, la clase obrera sufre con más intensidad que ninguna las consecuencias de esta guerra abominable" (Peticiones, Diario de La Palma, 10 de noviembre de 1914).
Al poco, Cuba se recuperó de este bache económico, gracias, esencialmente, a la demanda de azúcar de los países contendientes, y reclamó braceros para su economía.
Según el profesor Macías, entre 1915 y 1917, embarcaron más de 4.000 palmeros hacia Cuba. Pero, el trasvase migratorio ya no fue fluido hasta 1922, porque se interrumpió en varios momentos. La guerra submarina librada en el Atlántico hizo azarosa la navegación rumbo a América y disminuyó el número de líneas que realizaban esta ruta. Por añadidura, las familias con emigrantes establecidos en Cuba recibían menos dinero de sus deudos a causa de la elevación del precio de los giros y a la disminución de las comunicaciones marítimas entre las dos islas (Paralizadas y El bordado. ¡Gloria a Germania!, Verdún, La Palma, 9 de marzo y 6 de julio de 1918, respectivamente).
Además, las autoridades sanitarias prohibieron los embarques hacia Cuba para impedir la propagación de la gripe española, que, en 1918, ya ocasionaba víctimas en Canarias  Por último, los precios de los pasajes subieron, y muchos trabajadores no disponían de numerario para adquirirlos (Regocijo, La emigración es prohibida y A los tabaqueros.
La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 11 y 26 de diciembre de 1918; De interés para los emigrantes, Verdún, La Palma, 31 de mayo de 1919). En todo caso, a pesar de la importante cifra de emigrantes contabilizada durante este periodo, la desesperación que impregnaba las noticias recogidas en la prensa palmera, la preocupación que se desprendía de las informaciones aportadas por los documentos oficiales y los disgustados comentarios incluidos en los escritos personales hacían patente que la marcha de isleños a Cuba no era suficiente para dar salida al creciente número de desempleados que dejaba el colapso de la economía palmera.
Igual que ocurriera en los años posteriores a la Guerra de Cuba, la suspensión o la insuficiencia de la emigración para dar salida a una coyuntura económica depresiva provocó un incremento de la movilización de un sector de la población, que encuentra una vía para la esperanza en el discurso alternativo de los republicanos. Así, "en apenas dos años escasos de constituida la Juventud Republicana, - refería "Oriente", su órgano de prensa- es hoy por hoy, quizás la asociación más entusiasta y numerosa de la localidad". Este triunfo se debía "al prestigio de las ideas democráticas, a favor de cuya causa hemos visto correr a agruparse a una masa de indiferentes, de desalentados, de esclavos a un tiempo de la miseria y el poderío absorbente y pernicioso del caciquismo". Por el contrario, el Caciquismo tradicional, desacreditado por no atender las demandas de buena parte de la población, sufre un deterioro considerable: "esas falanges constituidas por paniaguados y cínicos de la peor jaez (sic), hechuras de caciques, se hunden abrumados por el desprestigio" (Parangonando, Oriente, La Palma, 7 de octubre de 1916).
Las iniciativas solidarias de los republicanos se debían, sin duda, a su preocupación por la situación de zozobra que vivían las clases humildes. Pero, también, se explicaban por la confluencia de intereses entre los sectores acomodados progresistas y la población asalariada. Los dirigentes republicanos enfocaron la protesta social hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las infraestructuras de la Isla y hacía la crítica a los políticos de los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización de la Isla (puertos, carreteras interiores...) proporcionaría salarios a los obreros contratados y, de paso, reactivaría la demanda de las clases más bajas sobre el comercio local. Además, estas inversiones en infraestructuras favorecerían los intereses de las empresas de los comerciantes, consignatarios e industriales republicanos, que, desde principios de siglo, cifraban la salida al declive de los principales factores productivos de la Isla (industria tabaquera, de bordados, astilleros) en la mejora de las comunicaciones interiores y exteriores. Por otro lado, su discurso criticaba la política insensible y negligente que representaban el Partido Conservador y el sector del Liberal que había pactado con éste, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como valedoras de los intereses sociales y económicos de La Palma.
Las convocatorias de los republicanos llenaron las calles de grandes manifestaciones y paralizaron la actividad productiva, varias veces, en los años de Guerra y Posguerra. En medio de una situación que las propias autoridades públicas insulares calificaban de "aflictiva", la suspensión de las obras públicas que se ejecutaban en La Palma desataba, invariablemente, la respuesta de las organizaciones republicanas. Los informes gubernativos calificaban de "imponentes" unas protestas que reunían elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que remediara el estado de miseria en que se hallaban los obreros palmeros debido a la carestía de las subsistencias, a la suspensión de las obras públicas y al declive de la actividad portuaria. Las congregaciones, descritas como "muchedumbres", asombraban a las autoridades por el elevado número de participantes (Informes remitidos por el Delegado del Gobierno a los Ministros de Gobernación, de Fomento y al Gobernador civil, los días 28 y 31 de diciembre de 1916, Carpeta 42 y 6, Leg. año 1916, Archivo Delegación del Gobierno).
    Al mismo tiempo, la prensa isleña registraba los acontecimientos que conmocionaban al Mundo: la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la conflictiva situación social y política que se producía en Europa y en España. Sobre todo, al igual que ocurrió en el resto del país y en el Archipiélago, las noticias sobre la Revolución Rusa sobrecogieron y, a la vez, abrieron nuevas expectativas en La Palma. Los sectores más radicales del conjunto progresista de la sociedad apelaban a la unidad de los trabajadores y se preguntaban por qué iba a ser "una utopía" organizar un sindicato en La Palma, según el modelo soviético, cuando era necesario por ser un "país sumamente pobre" que no poseía "ni medios para emigrar". El ejemplo de la Revolución Rusa se empezaba a plantear como una alternativa a la situación de ruina económica de La Palma. Así, el articulista volvía la cabeza hacia "la luz de la luminosa aurora de redención que ha comenzado a alborear en Rusia". Se constataba, desde la Isla, que "las doctrinas socialistas" protagonizaban unos "avances rápidos en estos últimos tiempos". De hecho, el prestigioso jurista Pedro Pérez Díaz, hermano del dirigente republicano insular, sacudió a su auditorio cuando, en una conferencia impartida en Santa Cruz de La Palma, dijo que consideraba "imposible evitar el advenimiento del socialismo" (A los tabaqueros. La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 28 de diciembre de 1918 y Velada, Verdún, La Palma, 6 de agosto de 1919).
    La intensa movilización de los trabajadores, dirigida por los republicanos como respuesta a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea, dejará como secuela, en los años de posguerra, la fundación de varios sindicatos y el embrión de un desarrollo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. A partir de 1918, varias organizaciones obreras promueven huelgas y manifestaciones que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial: tabaqueros, dependientes, panaderos, así como obreros agrícolas del Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. Así, en 1918, una Comisión de Tabaqueros, ante el agravamiento de la crisis que padecía la industria tabaquera en La Palma, convoca a los trabajadores para enfrentarse "a quienes les explotaban". En mayo de 1919, se celebra otra "imponente manifestación" en Santa Cruz de La Palma, nuevamente auspiciada por los republicanos, "para protestar contra la prolongada paralización de las obras públicas y tratar del problema de las subsistencias". Unos meses más tarde, uniéndose a sus compañeros de Tenerife, los obreros tabaqueros de Santa Cruz de La Palma, "empujados por el instinto de conservación", declaran una huelga en demanda del aumento de sus jornales, con el respaldo del partido republicano y de su órgano de prensa. En octubre de 1919, empleados de 19 casas comerciales de Santa Cruz de La Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Al año siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921, se fundó, en la capital de la Isla, la sociedad de obreros panaderos La Alborada. En la otra vertiente de La Palma, el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes Limited se declararon en huelga, en Tazacorte y Argual, para demandar un aumento de sus jornales (GONZÁLEZ SANJUAN, Manuel: Manifiesto al pueblo, Leg. año 1918-1º, Archivo Delegación del Gobierno; Manifestaciones y Justas demandas. La huelga de los tabaqueros, Verdún, La Palma, 24 de mayo y 12 de julio de 1919; Informes emitidos por las administraciones municipales y la Delegación del Gobierno, Carpeta 20, Leg. año 1922, Archivo Delegación del Gobierno).
No obstante, el Caciquismo conservador mantenía su vigencia en La Palma. A pesar de esta creciente movilización, los republicanos comprobaban que una parte considerable de los palmeros dañados por la crisis permanecía sumida en la pasividad, paralizada por el discurso del patronazgo propio del caciquismo: "veinte generaciones de agiotajes, dolos, falsías y contubernios nos han dejado el alma enteca y contrahecha, recibiendo en herencia de nuestros mayores toda la cobardía de esclavos sin ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin pudor" (¿Quosque tamdem?, Verdun, La Palma, 16 de marzo de 1918). Uno de los colaboradores del periódico Oriente reflejaba la permanencia del Caciquismo al referirse a los trabajadores "mansos, los humildes, los que someten su voluntad, los que hacen sus peticiones de rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas propias y se dejan embaucar y explotar por ciertos apóstoles". En su opinión, la mayoría de los campesinos y obreros de su pueblo estaban tan "castrados de voluntad y acción, que jamás se permiten tener otras ideas que las que sus amos o el cura les señalen" (Ver PÉREZ HERNÁNDEZ, José Eduardo: "Cuba y la resistencia campesina en La Palma. El municipio de Breña Alta (1850-1930)", en XIII Coloquio de Historia Canario Americana (1998), La Palmas de Gran Canaria, Ediciones Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000, p. 2723).
La presión sobre el edificio caciquil, también, se vio aliviada por la emigración. Nuevamente, a pesar de que, durante estos años, se interrumpió varias veces el flujo humano hacia el Caribe y resultó complicado recibir las remesas de los emigrantes, la marcha a Cuba se abría como la vía preferida para escapar a la miseria. "Cada año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el contingente de emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca de trabajo. No es exagerado afirmar que en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con dinero cubano ha podido resolverse la situación" (La riqueza de Cuba y sus relaciones con Canarias, Diario Insular, La Palma, 22 de julio de 1920).
La emigración y la recuperación económica de principios de los años 20, sobre todo en los sectores platanero y portuario, preservaron el edificio caciquil de una mayor contestación. Pero, fue la llegada de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras el golpe de estado de septiembre de 1923, el acontecimiento que canceló la agitación protagonizada por los sectores de la sociedad insular que habían decidido luchar por la subsistencia en su propia tierra, a través de la creación o el reforzamiento de partidos políticos y organizaciones sindicales reivindicativas. (Tomado de: elapuron.com)



lunes, 23 de abril de 2012

LUCHAS CACIQUILES POR EL PREDOMINO ECONOMICO Y POLITICO EN LA COLONIA DE CANARIAS.



El caciquismo en La Palma entre 1874 y 1936 (1).

Panorámica.- A principios del siglo XX, la población de La Palma se situaba en los 41.994 habitantes. La mayoría de la población trabajaba en la agricultura de subsistencia (cereales y papas) o en las fincas y almacenes dedicados a los cultivos de exportación (plátanos y tomates). La escasa actividad comercial e industrial existente se centraba en su Capital, de 7.024 habitantes. Era una economía insuficiente para atender las necesidades de sus habitantes, de modo que la emigración a Cuba se proyectaba, ante miles de isleños, como la salida a la pobreza. Políticamente, durante los cincuenta años que van desde el inicio del régimen de la Restauración hasta la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, las instituciones de gobierno insulares fueron dominadas por el Partido Conservador, pese a la oposición, casi siempre infructuosa, de Liberales y Republicanos.
 ¿Qué razones explican la hegemonía del caciquismo identificado con el Partido Conservador, desde 1874 hasta 1923?
La base clientelar.- El dominio de la propiedad de la tierra y de los derechos sobre el agua, ejercido por un grupo reducido de propietarios, descendientes, en buena parte, de los invasores conquistadores de la Isla o de los comerciantes flamencos que vinieron para dedicarse al negocio azucarero ha sido uno de las claves que han condicionado la historia de La Palma. Apellidos como Lugo, Sotomayor, Monteverde, Vandevalle, Massieu, Poggio... aparecerán vinculados, durante siglos, a la posesión de importantes extensiones de terreno en La Palma, en especial, en las comarcas más fértiles de la Isla.
Los dirigentes del Partido Conservador isleño poseían propiedades rústicas, recursos acuíferos, industrias y comercios que proporcionaban medios de vida a amplias clientelas, integradas por las familias de sus empleados, de sus arrendatarios y de pequeños campesinos. Esta base de partida suponía una ventaja porque el diseño del régimen de la Restauración (1874-1923) perseguía la estabilidad y ese objetivo precisaba que los grupos de poder formados acumularan suficiente "influencia", en el territorio bajo su dominio, como para evitar conflictos políticos o sociales.
Agentes del Estado.- La potestad de los Conservadores palmeros sobre sus clientelas justificaba su candidatura a gestionar el Estado en la Isla porque el dominio del Caciquismo Conservador sobre el medio insular cubría las aspiraciones de estabilidad demandadas por el sistema ideado por Cánovas del Castillo. Así lo comprendió el político que ejercía de "Gran Cacique" en Canarias, el liberal Fernando León y Castillo, cuando, a fines del siglo XIX, pactó con los Conservadores de La Palma.
No obstante, el convenio alcanzado entre los Conservadores palmeros y Fernando León y Castillo iba más allá. El dirigente liberal de Las Palmas, también, pretendía que esa alianza contribuyese a una segunda meta: controlar la Diputación Provincial de Canarias. Desde la década de 1880, la estrategia promovida por Fernando León y Castillo requería manejar el rumbo político de La Palma, a fin de asegurarse el apoyo de sus representantes y obtener la mayoría en esa Institución. La razón estribaba en que el dominio de la Diputación Provincial otorgaba ventaja a Gran Canaria sobre Tenerife en el pleito que ambas islas dirimían por la supremacía en el Archipiélago.
El compromiso con el Jefe del Partido Liberal grancanario concedió a la facción caciquil conservadora, dirigida por la familia Sotomayor, la gestión de las instituciones del Estado en la Isla, desde el diputado en Cortes hasta los ayuntamientos, pasando, por la delegación del gobierno y, más tarde, por el Cabildo Insular. Este monopolio sobre los organismos públicos fortaleció la hegemonía "sotomayorista", al disponer de los recursos gubernativos para organizar un fraude electoral sistemático, al procurarle más puestos de trabajo para distribuir y al permitirle tomar decisiones, desde los cargos administrativos, que podían beneficiar a sus clientelas y perjudicar a sus enemigos. De esta manera, el cobro de impuestos, las subvenciones y las sanciones se convertían en un arma eficaz para reforzar el Caciquismo conservador.
La oposición describió la estructura caciquil que se levantaba con una terminología reiterada durante años. En la cúspide del edificio caciquil, el Gobierno de la Nación otorgaba "el mando oficial" a los grandes propietarios conservadores que, "con la ubre del mangoneo y el mando", extendían su dominio por toda la Isla. En la base de la pirámide, "la dependencia asalariada" y "todos los arrendatarios" estaban obligados "a dar el voto" y la obediencia "al amo" (Fracaso, Tazacorte, La Palma, 27 de enero de 1913). El Caciquismo aspirante de los Liberales palmeros insistía en este aspecto de los años de dominio Conservador: Mientras los conservadores dominaban a su antojo en nuestros pueblos, dueños por muchos años de los resortes del poder, con mil pactos y contubernios logrados, pudieron sostener un caciquismo insano que minaba y se extendía por las altas y bajas esferas, desde los ministerios hasta las más modestas oficinas del Estado. Así, todo en la Isla era oficialmente conservador. Eran conservadores el cartero rural y el jefe de Correos, los empleados de Telégrafos, de Gobernación, de Obras Públicas, de Hacienda, de Montes, de Aduanas; los jueces, los Alcaldes, el Recaudador de Contribuciones, los Maestros de escuela y hasta los barrenderos... (La Voz Liberal: A la opinión pública, 1de abril de 1923, Carpeta 27, Leg. año 1923, Archivo Delegación del Gobierno).
La emigración.- El problema radicaba en que la economía ligada al sistema caciquil, basada en la agricultura (tradicional y de exportación), era incapaz de generar puestos de trabajo y subsistencias baratas. Esta deficiencia del sistema productivo era resuelta por el recurso a la emigración. La emigración, con una tradición de siglos en La Palma, se erigía como la mejor posibilidad para remediar privaciones y cambiar de fortuna. De paso, las esperanzas que la aventura americana suscitaba entre los isleños relegaban la opción de la rebeldía. Es este sentido, es interesante la descripción que nos deja el emigrante palmero Felipe Lorenzo sobre los sueños que engendraba América: Hubo un tiempo en que América, y particularmente Cuba, era un tema constante de conversación en ciudades, pueblos y aldeas de Canarias. Pocas, muy pocas familias había que no tuviesen un tío, un hermano, o un pariente en ultramar. Cuba venía a ser para los canarios la tierra de promisión por excelencia. Allá marchaban los Jóvenes, después de oír hablar tanto de América, repletos de esperanzas e ilusiones (LORENZO, F.: Cómo los conocí, Imprenta Afra, Tenerife, 1977, p. 199).
Por su parte, el testimonio de José Pérez Vidal da idea de la cantidad de palmeros que pusieron rumbo a la emigración: "en los campos, en esa época, no había más que ancianos, niños y mujeres, todos los hombres con posibilidades de trabajo estaban en Cuba y las haciendas estaban atendidas por chiquillos y hombres de edad" (LÓPEZ, Elsa y CEA, Antonio: José Pérez Vidal: entrevista sobre su vida, Cabildo Insular de La Palma, Madrid, 1987, p. 16). El resultado era que la sindicación y la regeneración democrática se concebían como objetivos demasiados inciertos o lejanos, más cercana, a pesar de la distancia a Cuba, era la emigración para una población habituada a cruzar el Atlántico.
 El discurso del Patronazgo.- Amplios sectores de la sociedad insular percibían el cacique como una instancia benefactora, preocupada por atender a las familias fieles integradas en sus clientelas. Jornaleros, campesinos, arrendatarios y empleados correspondían a este patrocinio sirviendo al Cacique. Esta relación, a pesar de ser jerarquizada, era entendida como recíproca y conllevaba lazos sentimentales como el agradecimiento, el respeto a un compromiso o el orgullo de pertenecer a una "Casa" con "prestigio". En la mentalidad de amplios sectores de las capas medias y bajas de la sociedad isleña, el compromiso se convertía en un valor fundamental. Se trataba de corresponder con lealtad al protector que había favorecido a un individuo o a una familia. Al recibir un beneficio, quedaba sellado un compromiso que se llevaba con fidelidad, tanto por agradecimiento, como porque la posición económica y social lograda dependía del dominio político de los benefactores. Semejantes ligaduras daban cohesión a las redes clientelares y proporcionaban consistencia al Caciquismo. Se formaba así una clientela integrada por personas "que obligadas por las necesidades de la vida, u obedeciendo a la antigua rutina que creen un deber, dicen ser de fulano o de zutano" (A los obreros, Germinal, La Palma, 26 de diciembre de 1908).
El apoyo de la Iglesia.- El discurso del patrocinio estaba reforzado por las ideas de disciplina y resignación difundidas por la Iglesia, Institución que desplegaba un importante ascendente sobre la sociedad isleña. La prensa republicana comentaba las dificultades que encontró para divulgar su discurso emancipador y romper la cultura de la sumisión propia del caciquismo. Según sus recuerdos, el Clero y el Cacique procuraron cerrar el paso a otros programas ideológicos, llegando "el clero" a amenazar "a su grey con la excomunión si leían libros o periódicos que no fueran partidarios suyos" (El Tiempo, La Palma, 27 de febrero de 1932). (En: elapuron.com,  2009)


sábado, 21 de abril de 2012

El Caciquismo conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial


El Caciquismo conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial
La Gran Guerra sumió a Canarias en una crisis grave porque el Conflicto bloqueó las ventas de plátanos y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos y, por tanto, la disponibilidad para importar artículos de primera necesidad. Las Islas tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción de alimentos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las limitaciones de la agricultura insular encarecieron los alimentos, en un contexto de crecimiento del desempleo, debido al continuo cierre de empresas. El Diario de La Palma describía así la situación: "paralizado el comercio, perjudicada la agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a sus necesidades con la industria del bordado; paralizadas también las obras del puerto, aquí se presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de las subsistencias, tanto más, cuanto que la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos no se atienden y los precios se elevan rápidamente" (Obras públicas: para todos, Diario de La Palma, 14 de agosto de 1914 ).
Como ya sucediera a principios de siglo, esta crisis económica coincidió con que "las válvulas emigratorias están cerradas" debido a que la Isla de Cuba, "a la que se dirigen con predilección los canarios, herida también por el azote de la guerra, padece...una terrible crisis económica que le ha obturado sus fuentes de riqueza". "Encerrada, pues, - señalaba Diario de La Palma- en los estrechos límites de esta peña oceánica, con la miseria en sus casas y la cerrazón del horizonte en lontananza, la clase obrera sufre con más intensidad que ninguna las consecuencias de esta guerra abominable" (Peticiones, Diario de La Palma, 10 de noviembre de 1914).
Al poco, Cuba se recuperó de este bache económico, gracias, esencialmente, a la demanda de azúcar de los países contendientes, y reclamó braceros para su economía.
Según el profesor Macías, entre 1915 y 1917, embarcaron más de 4.000 palmeros hacia Cuba. Pero, el trasvase migratorio ya no fue fluido hasta 1922, porque se interrumpió en varios momentos. La guerra submarina librada en el Atlántico hizo azarosa la navegación rumbo a América y disminuyó el número de líneas que realizaban esta ruta. Por añadidura, las familias con emigrantes establecidos en Cuba recibían menos dinero de sus deudos a causa de la elevación del precio de los giros y a la disminución de las comunicaciones marítimas entre las dos islas (Paralizadas y El bordado. ¡Gloria a Germania!, Verdún, La Palma, 9 de marzo y 6 de julio de 1918, respectivamente).
Además, las autoridades sanitarias prohibieron los embarques hacia Cuba para impedir la propagación de la gripe española, que, en 1918, ya ocasionaba víctimas en Canarias  Por último, los precios de los pasajes subieron, y muchos trabajadores no disponían de numerario para adquirirlos (Regocijo, La emigración es prohibida y A los tabaqueros.
La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 11 y 26 de diciembre de 1918; De interés para los emigrantes, Verdún, La Palma, 31 de mayo de 1919). En todo caso, a pesar de la importante cifra de emigrantes contabilizada durante este periodo, la desesperación que impregnaba las noticias recogidas en la prensa palmera, la preocupación que se desprendía de las informaciones aportadas por los documentos oficiales y los disgustados comentarios incluidos en los escritos personales hacían patente que la marcha de isleños a Cuba no era suficiente para dar salida al creciente número de desempleados que dejaba el colapso de la economía palmera.
Igual que ocurriera en los años posteriores a la Guerra de Cuba, la suspensión o la insuficiencia de la emigración para dar salida a una coyuntura económica depresiva provocó un incremento de la movilización de un sector de la población, que encuentra una vía para la esperanza en el discurso alternativo de los republicanos. Así, "en apenas dos años escasos de constituida la Juventud Republicana, - refería "Oriente", su órgano de prensa- es hoy por hoy, quizás la asociación más entusiasta y numerosa de la localidad". Este triunfo se debía "al prestigio de las ideas democráticas, a favor de cuya causa hemos visto correr a agruparse a una masa de indiferentes, de desalentados, de esclavos a un tiempo de la miseria y el poderío absorbente y pernicioso del caciquismo". Por el contrario, el Caciquismo tradicional, desacreditado por no atender las demandas de buena parte de la población, sufre un deterioro considerable: "esas falanges constituidas por paniaguados y cínicos de la peor jaez (sic), hechuras de caciques, se hunden abrumados por el desprestigio" (Parangonando, Oriente, La Palma, 7 de octubre de 1916).
Las iniciativas solidarias de los republicanos se debían, sin duda, a su preocupación por la situación de zozobra que vivían las clases humildes. Pero, también, se explicaban por la confluencia de intereses entre los sectores acomodados progresistas y la población asalariada. Los dirigentes republicanos enfocaron la protesta social hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las infraestructuras de la Isla y hacía la crítica a los políticos de los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización de la Isla (puertos, carreteras interiores...) proporcionaría salarios a los obreros contratados y, de paso, reactivaría la demanda de las clases más bajas sobre el comercio local. Además, estas inversiones en infraestructuras favorecerían los intereses de las empresas de los comerciantes, consignatarios e industriales republicanos, que, desde principios de siglo, cifraban la salida al declive de los principales factores productivos de la Isla (industria tabaquera, de bordados, astilleros) en la mejora de las comunicaciones interiores y exteriores. Por otro lado, su discurso criticaba la política insensible y negligente que representaban el Partido Conservador y el sector del Liberal que había pactado con éste, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como valedoras de los intereses sociales y económicos de La Palma.
Las convocatorias de los republicanos llenaron las calles de grandes manifestaciones y paralizaron la actividad productiva, varias veces, en los años de Guerra y Posguerra. En medio de una situación que las propias autoridades públicas insulares calificaban de "aflictiva", la suspensión de las obras públicas que se ejecutaban en La Palma desataba, invariablemente, la respuesta de las organizaciones republicanas. Los informes gubernativos calificaban de "imponentes" unas protestas que reunían elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que remediara el estado de miseria en que se hallaban los obreros palmeros debido a la carestía de las subsistencias, a la suspensión de las obras públicas y al declive de la actividad portuaria. Las congregaciones, descritas como "muchedumbres", asombraban a las autoridades por el elevado número de participantes (Informes remitidos por el Delegado del Gobierno a los Ministros de Gobernación, de Fomento y al Gobernador civil, los días 28 y 31 de diciembre de 1916, Carpeta 42 y 6, Leg. año 1916, Archivo Delegación del Gobierno).
    Al mismo tiempo, la prensa isleña registraba los acontecimientos que conmocionaban al Mundo: la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la conflictiva situación social y política que se producía en Europa y en España. Sobre todo, al igual que ocurrió en el resto del país y en el Archipiélago, las noticias sobre la Revolución Rusa sobrecogieron y, a la vez, abrieron nuevas expectativas en La Palma. Los sectores más radicales del conjunto progresista de la sociedad apelaban a la unidad de los trabajadores y se preguntaban por qué iba a ser "una utopía" organizar un sindicato en La Palma, según el modelo soviético, cuando era necesario por ser un "país sumamente pobre" que no poseía "ni medios para emigrar". El ejemplo de la Revolución Rusa se empezaba a plantear como una alternativa a la situación de ruina económica de La Palma. Así, el articulista volvía la cabeza hacia "la luz de la luminosa aurora de redención que ha comenzado a alborear en Rusia". Se constataba, desde la Isla, que "las doctrinas socialistas" protagonizaban unos "avances rápidos en estos últimos tiempos". De hecho, el prestigioso jurista Pedro Pérez Díaz, hermano del dirigente republicano insular, sacudió a su auditorio cuando, en una conferencia impartida en Santa Cruz de La Palma, dijo que consideraba "imposible evitar el advenimiento del socialismo" (A los tabaqueros. La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 28 de diciembre de 1918 y Velada, Verdún, La Palma, 6 de agosto de 1919).
    La intensa movilización de los trabajadores, dirigida por los republicanos como respuesta a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea, dejará como secuela, en los años de posguerra, la fundación de varios sindicatos y el embrión de un desarrollo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. A partir de 1918, varias organizaciones obreras promueven huelgas y manifestaciones que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial: tabaqueros, dependientes, panaderos, así como obreros agrícolas del Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. Así, en 1918, una Comisión de Tabaqueros, ante el agravamiento de la crisis que padecía la industria tabaquera en La Palma, convoca a los trabajadores para enfrentarse "a quienes les explotaban". En mayo de 1919, se celebra otra "imponente manifestación" en Santa Cruz de La Palma, nuevamente auspiciada por los republicanos, "para protestar contra la prolongada paralización de las obras públicas y tratar del problema de las subsistencias". Unos meses más tarde, uniéndose a sus compañeros de Tenerife, los obreros tabaqueros de Santa Cruz de La Palma, "empujados por el instinto de conservación", declaran una huelga en demanda del aumento de sus jornales, con el respaldo del partido republicano y de su órgano de prensa. En octubre de 1919, empleados de 19 casas comerciales de Santa Cruz de La Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Al año siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921, se fundó, en la capital de la Isla, la sociedad de obreros panaderos La Alborada. En la otra vertiente de La Palma, el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes Limited se declararon en huelga, en Tazacorte y Argual, para demandar un aumento de sus jornales (GONZÁLEZ SANJUAN, Manuel: Manifiesto al pueblo, Leg. año 1918-1º, Archivo Delegación del Gobierno; Manifestaciones y Justas demandas. La huelga de los tabaqueros, Verdún, La Palma, 24 de mayo y 12 de julio de 1919; Informes emitidos por las administraciones municipales y la Delegación del Gobierno, Carpeta 20, Leg. año 1922, Archivo Delegación del Gobierno).
No obstante, el Caciquismo conservador mantenía su vigencia en La Palma. A pesar de esta creciente movilización, los republicanos comprobaban que una parte considerable de los palmeros dañados por la crisis permanecía sumida en la pasividad, paralizada por el discurso del patronazgo propio del caciquismo: "veinte generaciones de agiotajes, dolos, falsías y contubernios nos han dejado el alma enteca y contrahecha, recibiendo en herencia de nuestros mayores toda la cobardía de esclavos sin ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin pudor" (¿Quosque tamdem?, Verdun, La Palma, 16 de marzo de 1918). Uno de los colaboradores del periódico Oriente reflejaba la permanencia del Caciquismo al referirse a los trabajadores "mansos, los humildes, los que someten su voluntad, los que hacen sus peticiones de rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas propias y se dejan embaucar y explotar por ciertos apóstoles". En su opinión, la mayoría de los campesinos y obreros de su pueblo estaban tan "castrados de voluntad y acción, que jamás se permiten tener otras ideas que las que sus amos o el cura les señalen" (Ver PÉREZ HERNÁNDEZ, José Eduardo: "Cuba y la resistencia campesina en La Palma. El municipio de Breña Alta (1850-1930)", en XIII Coloquio de Historia Canario Americana (1998), La Palmas de Gran Canaria, Ediciones Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000, p. 2723).
La presión sobre el edificio caciquil, también, se vio aliviada por la emigración. Nuevamente, a pesar de que, durante estos años, se interrumpió varias veces el flujo humano hacia el Caribe y resultó complicado recibir las remesas de los emigrantes, la marcha a Cuba se abría como la vía preferida para escapar a la miseria. "Cada año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el contingente de emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca de trabajo. No es exagerado afirmar que en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con dinero cubano ha podido resolverse la situación" (La riqueza de Cuba y sus relaciones con Canarias, Diario Insular, La Palma, 22 de julio de 1920).
La emigración y la recuperación económica de principios de los años 20, sobre todo en los sectores platanero y portuario, preservaron el edificio caciquil de una mayor contestación. Pero, fue la llegada de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras el golpe de estado de septiembre de 1923, el acontecimiento que canceló la agitación protagonizada por los sectores de la sociedad insular que habían decidido luchar por la subsistencia en su propia tierra, a través de la creación o el reforzamiento de partidos políticos y organizaciones sindicales reivindicativas. (Tomado de: elapuron.com)