domingo, 7 de julio de 2013

UN RINCON TINERFEÑO, PUNTA DEL HIDALGO




PROLOGO
"¿De quién son estos presentes?", pre­guntaba Amaro Pargo, Yellugareño, des­poseído por él de sus tierras, contestó: "Suyos... y míos, señor".
(DE LA TRADICIÓN PUNTERA)

Hace ya varios años , comencé a escribir unas notas sobre La Punta del Hidalgo que habrían de llenar la plana informativa de un dia­rio, con objeto de cumplimentar algunas demandas que se me hicieron en este sentido por parte de amigos veraneantes y punteros. Las dramáticas circunstancias nacionales, de todos conocidas, alteraron las dis­posiciones de los ánimos y el sentido del periodismo, ya que aquéllos y éste no atendían a otra cosa que no fuera la obligada actualidad. Después, en días de apretada soledad, quise ahorcar la melancolía; de aquellos inten­tos frustrados de asesinar a tal dama, salieron estos esquemas punteros que ahora publico, por la clara razón de que deseo libertarme de ellos de una vez. Espero que, reunidos en volumen, descansarán en otros lugares más cómodos que mi espíritu y desde los que, sin duda, no habrán de moles­tarme ya.
Bien es verdad que no está informado este libro de sólo incomodi­dades y angustias; lleva también parte de mi cariño al paisaje y a las gen­tes con quienes he convivido muchos veranos; lleva mi curiosidad vigilan­te por las cosas menudas y también por lo que no lleva en lo que lleva: ins­tantes de atardecer en los que alguna vez me prendió una coyuntura de silencio.
Pocos lugares como La Punta ofrecen en tan corto espacio tan varia­das sugestiones: historia regional, leyendas de diversos tipos, mar, llano, montañas, paisaje vario y encantador la mayoría de las veces y hasta rui­nas que aluden a un legendario personaje que vive eternamente al pie de "Los dos Hermanos", la cumbre que se ahoga en la mar, con una vida más real y auténtica que la suya propia, allá en los siglos XVTI y XVTII.
Interesada por tan inquietante ser, quise averiguar si por el Núñez de Villavicencio de sus apellidos maternos estaba emparentada con él, pero mi jerarquía nobiliaria es tan detestable y deprimente, que mi búsqueda habría de interrumpirse a cada paso, porque muchos nombres de mis ante­cesores no estarían ni siquiera consignados en los folios documentales de los archivos y registros. No he querido, pues, que mi interesante y posible ascendiente, tan presuroso en fundar mayorazgos y alcurnia, se pudiera avergonzar de que a mi persona a secas, sin un "de" ni un "y" tan siquiera, haya venido a parar una rama de su árbol genealógico; tampoco desearía molestar a otros descendientes del sugestivo aventurero, más directos que yo y que de cierto tacharían mi pretensión como un gesto "parvenú", como un afán desmedido de alternar en sociedad y de codearme con linajes sobresalientes; pero sí he de hacer constar, no obstante, que hubiera expe­rimentado gran placer en probar que desciendo de tan ilustre corsario isle­ño.
Ahí estás, Amaro Pargo, embuchado en el paisaje invernal de Punta Hidalgo, en los días grises y oscuros donde tus lugares de acción imponen y atemorizan el alma; ahí estas, suspirando junto a las ruinas vivas de las "Casas bajas"; ahí estás paseando, hecho un hombre de bien, frente a la casa de la calle del Agua, esquina a la de San Agustín, donde estuvo en tus tiempos la tuya; vecino de los Nava y de los Marqueses de San Andrés y visitando contrito y agradecido a la venerable "Sierva de Dios" en su con­vento. .. Ahí estás. Aquí vienes conmigo; yo te llevo en mis sueños de la mano por la "Piedra del Navio", quizá de tu navio "Fortuna", al reventar las olas blancas contra la tierra gris, por las rectas y espaciosas calles de la Ciu­dad. Yo te rindo vasallaje, señor de "soga y cuchillo", como un Suárez, un Ramos o un Morín cualquiera. Yo te ofrezco tus tierras con tus tierras y esta mi ofrenda mínima -como las frutas, los recentales y las piezas de caza y pesca- es también "tuya y mía, señor"...
La Laguna y Noviembre de 1937
Post scriptum.- Dormía ya este trabajillo inédito en su totalidad, unos cinco años de sueño cuando leí las bases del Certamen que la Real Socie­dad Económica de Amigos del País de Tenerife anunció en marzo de 1943, y pensé que respondía al Tema B) del mismo.
A ello se debe, pues, que sea tal ilustre entidad quien edite una obra que pensé publicar cuando las circunstancias lo permitieran. Generosidad y culpa suya es interrumpir un sueño que tal vez debió haber sido eterno.


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