sábado, 31 de agosto de 2013

HOSPITALES DE LA LAGUNA DURANTE EL SIGLO XVIII






La aceptación progresiva por parte de la moderna historiografía de los conceptos de historia total y de totalidad social originó, sobre todo después de la segunda guerra mundial, una espectacular expansión del abanico temá­tico abordado por los investigadores. Ahora bien, si en un plano general el viejo acantonamiento en los hechos políticos, diplomáticos y militares fue pronto un atributo referido a una etapa que pasaba a adjetivarse prácticamen­te como pre-científica, la inclusión de otros objetos en el horizonte de los historiadores se abrió camino a través de un proceso en el que las preocupa­ciones por los fenómenos coetáneos marcaron el orden y el ritmo.
En el estudio de los grupos sociales, fueron las clases dominantes las que atrajeron primero la atención de los investigadores, que justificaron su elec­ción por el protagonismo de los poderosos en la dirección de la vida pública, por su papel en el nacimiento y consolidación de las instituciones políticas o por el interés específico que presentaba la sustitución de las viejas clases aristocráticas por la nueva burguesía ascendente en el momento crucial del tránsito del feudalismo al capitalismo.
Sin embargo, pronto otra serie de factores concurrentes con esta primera toma de posición, como la exigencia dialéctica de enfrentar a los dominantes con los dominados, el desarrollo de una conciencia de solidaridad con los desposeídos, el énfasis de la historiografía de inspiración marxista sobre los desheredados y sobre la lucha de clases como motor de la evolución histórica o la aspiración de la segunda generación de los Annales de incorporar a aque­llos grupos (y aquellas cuestiones) que hasta ahora habían quedado al mar­gen, alumbraron una corriente favorable a la aparición de la historia de las gentes sin historia.
De esta forma, la investigación incorporó al proletariado, al artesanado y al campesinado como objeto de análisis. Algo más tarde, estas clases trabaja­doras dejaron paso a aquellos grupos que aún se encontraban en un nivel más […]

EL HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE LA LAGUNA





INTRODUCCIÓN
Al elegir el presente tema como Memoria de Licenciatura, hemos llegado a la conclusión del inmenso campo de trabajo, aún inédito, que posee la ciu­dad de La Laguna.
Sobre el Hospital de Dolores sólo se habían realizado, hasta el momento, estudios muy parciales, localizados tanto en artículos periodísticos como en materia bibliográfica. No ha habido un estudio conjunto que tratase el edifi­cio e iglesia de manera detenida y pormenorizada.
Bien es cierto, que el poco material existente, nos ha servido de estímulo y ayuda para continuar pautas de investigación que nos parecían incompletas o dispersas.
El primer paso efectuado consistió en realizar una compilación de biblio­grafía que tratara, en distintos aspectos, el objetivo de nuestra Memoria. Pos­teriormente revisamos los principales periódicos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, desde su fundación, procurando retomar cualquier nota o artículo que, directa o indirectamente, tuviese relación con el Hospital de Do­lores. Seguimos con el estudio de documentos referidos al establecimiento, en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Toda esta la­bor de recopilación nos llevó cerca de dos años, de la cual pudimos entresa­car datos escuetos, pero interesantes, para un mejor conocimiento de la historia general de la edificación, algo desconocida debido a la pérdida de los primeros documentos relativos a la fundación del mismo. Por último, desta­camos la importancia de los datos ofrecidos por todas aquellas personas que en su momento entrevistamos y que nos ayudaron a esclarecer datos confusos o ignorados hasta la fecha. […]

EL CONVENTO DEL ESPIRITU SANTO DE ICOD






El bello convento de los franciscanos de Icod, es de los mejores conser­vados de Canarias. De él se ocupó primeramente José de Viera y Clavijo, en su Historia de Canarias; luego le dedicó varias páginas Emeterio Gutiérrez Ló­pez, en su Historia de la Ciudad de Icod de los Vinos; el autor de estas líneas por su parte aportó nuevas noticias en artículos de prensa y otros medios, y por último se ha ocupado del convento Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas en diversos artículos de prensa en El Día y en programas de celebracio­nes locales, en que ha dado a conocer muchos aspectos con una documenta­ción cuidadosamente estudiada.
Dotado el monumento de una buena arquitectura y objetos de arte de primerísima calidad, tanto en la iglesia como en las capillas restantes, siempre existió una preocupación por parte de la Comunidad, desde sus comienzos hasta sus últimos tiempos, por hacer un conjunto grandioso, superior al con­vento de San Agustín. Este espíritu quedó reflejado en diversos documentos, al pedir a sus benefactores que hicieran obras de autoridad, que era como en aquellos tiempos se designaba una obra de calidad artística. Contrastaba este escenario magnífico con una Comunidad no muy numerosa y entregada a una vida austera y penitencial en grado superior a otros conventos franciscanos, puesto que estaba integrada por frailes recoletos, que practicaban una Regla de gran aspereza, que compartían con su dedicación a la enseñanza.
Los franciscanos en Icod fomentaron a través de la imaginería y pinturas en primer lugar los temas de la Pasión, la Inmaculada, otras advocaciones ma-rianas, y los relacionadas con el ciclo de Navidad, y devociones específicas de la Orden: San Francisco de Asís, San Diego, San Buenaventura, Santa Rosa de Viterbo o San Antonio de Padua, San Salvador de Orta y San Pedro de Alcán­tara, incluso Santo Domingo de Guzmán, por afinidad de las órdenes mendicantes. Otras devociones también tuvieron cabida, como Santa Catalina, San José, San Fernando y San Francisco Javier. De forma muy especial se fomenta­ron los cultos eucarísticos, al Espíritu Santo y de sufragio de las Benditas Áni­mas del Purgatorio.
El conjunto fue de una esplendidez tan notoria que en mucho llegó a superar a la propia iglesia de San Marcos, si descartamos la capilla mayor de ésta. Una buena parte de los enseres de la iglesia parroquial proceden del con­vento franciscano. Las leyes de Desamortización incidieron muy negativamen­te en una mejor conservación de tan importante legado, si bien es de destacar que así como mucho de su patrimonio salió para otras iglesias o desaparecie­ron, la arquitectura en general, tanto de la casa como de la iglesia, ha llegado hasta nuestros días en relativas buenas condiciones, lo cual es admirable, cuan­do tantos conventos del Archipiélago fueron derribados, destruidos por el fue­go o sometidos a agresivas reformas.
Después de abandonar los frailes la clausura, el edificio desamortizado tuvo muy diversas funciones: oficinas municipales, centros de enseñanza y ac­tividades culturales y de ocio de muy diversa naturaleza, cuartel, etc. Sin em­bargo, a pesar de actividad es tan variadas, el edificio no sufrió los considera­bles deterioros que se acusan en otros edificios similares. Lo que le afectó de una forma más palpable fue la ruina de la capilla de la Magdalena y la instala­ción de una sala para teatro municipal. También es de lamentar la supresión de todo el barandaje del claustro bajo, en tanto que la iglesia perdió su cama­rín y parte del coro, algunos retablos y muchas imágenes.
En la exposición del presente libro aparece una división en varias partes: etapa fundacional y vida conventual, la casa e iglesia y etapa posterior a la Desamortización. Por la abundante documentación respecto a las tres capillas principales, la de la Magdalena, la de San Diego y la de los Dolores, figuran en apartados independientes. […]

RAICES MATRIAS




Josefa Falcón Abreu
Es grande el amor y el apego que llegamos a sentir por la tierra, es como una unión indestructible, una especie de amor correspondido, eterno… nos alejamos apenas unos días de ella y ya la echamos de menos… La tierra, la isla, el pueblo, todo ese conjunto de cosas a las que nos sentimos tan unidos, sin las que no sabríamos ni podríamos vivir es, como esa otra madre. Me gusta ser isleña, me gusta mi isla, me gustan mis otras islas, me gusta mi tierra, mi gente, mi acento. Amo nuestras costumbres, me enorgullezco de nuestra identidad y no me importa lo más mínimo que por ahí nos digan “aplatanados” ¿y qué? Somos como somos, y a mí que nadie me diga como tengo que ser porque me gusta ser como soy, porque aquí en Canarias, en todas las islas, en mi isla, somos como somos y nos gusta, y además no solo yo me siento orgullosa de ser así sino que todos los canarios nos sentimos igual. Tenerife es la isla en la que nací, en la que vivo y en la que quisiera vivir siempre, aunque cualquiera de mis islas me hace sentirme como en casa pero, siempre es la isla natal la que más nos atrae, la que más nos ata. Siento orgullo de ser canaria, siento orgullo de todas y cada una de mis islas, me gusta decirles palabras hermosas pero, permítanme que hoy le dedique esas palabras en forma de poema a mi isla:

Tenerife,
tú me evocas tantas cosas…
decirte tanto yo quiero…
se me agolpan las palabras,
sentimientos y deseos,
se me agolpan en el alma,
en mi mente y en mi pecho.
Tenerife, isla querida,
juro que cuando estoy lejos
y no te veo isla mía,
es tan grande mi nostalgia,
tristeza y melancolía
que por ver tus horizontes
yo no sé lo que daría.
Por mirar tu mar azul,
tus verdes montes, tus valles,
por perderme en tus pueblitos
paseando por sus calles.
Y disfrutar tus romerías,
con el timple y la guitarra,
cantando una alegre isa,
tocando con la parranda.
Y beber tus vinos sabrosos,
los que me alegran el alma,
los de Icod, de Tacoronte,
de La Orotava, La Guancha,
los de Güimar, Vilaflor,
La Victoria y La Matanza.
Y levantar altos los ojos

para contemplar al Teide,
esa montaña gigante,
majestuosa, arrogante,
señorial y dominante,
nuestro viejo “Padre Echeyde”.
El que se viste de blanco,
el que guarda fuego y lava
y al que rodean violetas,
tajinastes y retamas.
Extasiarme de belleza
contemplando Las Cañadas,
llenar mis pulmones de aire
para exhalarlo al mirar
el Valle de la Orotava
y decir con un suspiro:
Ay, Tenerife querido,
¿Cómo podría olvidarte
si eres la joya más bella?
¿Cómo no iba a extrañarte? (Josefa Falcón)…
Buen día amigos…
Agosto 31 de 2013.

viernes, 30 de agosto de 2013

CONVENTO DE SAN SEBASTIAN DE GARACHICO





Prólogo
No es ningún secreto para quienes nos hemos
adentrado en el pasado de Garachico, particularmente a través de la riqueza de sus protocolos notariales, la enorme importancia que el estudio del mismo, sobre todo durante los siglos XVI y XVII, puede aportar para un mejor conocimiento de la historia de Canarias. Una de las sorpresas que la investigación de esta época depara a quienes se sumergen en el mar documental de este pequeño puerto, es el mundo por descubrir que aún resta para siquiera realizar un bosquejo o aproximación a la historia de este lugar, tan interconectado con otros espacios, algunos lejanos, habida cuenta del relevante papel que su élite social y económica jugó en el control financiero del archipiélago en estrecha conexión con una burguesía mercantil foránea, en parte residente en Garachico, que movía los hilos del comercio atlántico.
Ese inicial asombro está justificado por la errónea creencia de que sobre Garachico ya está todo dicho y escrito. Y es verdad que podemos llenar anaqueles con libros y folletos variopintos acerca de esta localidad, pero una mirada pausada y rigurosa pronto descubre una fronda superflua de refritos retóricos y nostálgicos, aferrados a dos o tres ideas ancladas en una historiografía rancia a la que -lo que es peor- no se aporta prácticamente nada. Uno de los espectáculos más lastimosos acerca de la reconstrucción histórica de un territorio es comprobar el círculo vicioso, repetitivo, de frases hechas, empalagosas y huérfanas de raciocinio y de apoyo probatorio, salpicadas aquí y allá con algún que otro pequeño acontecimiento que rellene las inmensas lagunas que no se osan esclarecer, ni apenas nombrar. En suma, la literatura, y no precisamente la mejor, ha ahogado lo que podía haber sido una floreciente historiografía sobre Garachico, que por más de un motivo podía haber arrojado luz sobre muchas cuestiones generales del pasado de Canarias. [´´]

CRISTO DE TACORONTE





GLOSA DE UN LIBRO QUE NO ENVEJECE
Van para veinte años que se publicó la primera edición de este libro señero de Gutiérrez Albelo, Cristo de Tacáronte, aus­piciada por el Instituto de Estudios Canarios en 1944. Tres años después fue lanzada por la misma docta entidad una segunda edición de mil ejemplares numerados, cifra casi astronómica en una tirada poética y reveladora del rápido éxito público de la obra. El éxito crítico corrió con él; pero no vamos a detenernos sobre esto.
Mucho y muy vario ha llovido desde entonces sobre el agro poético español, tan fértil en todos sus meridianos. Torrenteras y riadas han cambiado totalmente el panorama, durante esas casi dos décadas, en la que se ha venido llamando nuestra poesía de posguerra. Poesía de transición, en constante metamorfosis, la de este lapso sin precedente en nuestra rica historia lírica. A lo largo de él pudimos asistir al orto y al ocaso de infinitas "tendencias" cuya enumeración resultaría ímprobo resumir; bástenos citar, como ejemplo, las más destacadas: "neogarcilasismo", "postis-mo", poesía "social", los "novísimos"... Hoy las aguas vuelven a sus cauces, se serenan los espíritus, presentimos un "renaci­miento".
Por eso, al releer, al cabo de los años, el libro de Gutiérrez Albelo, nos asalta esa emoción de lo intuido, de lo salvaguardado. Porque su poesía era ya la que, después de tantas mudanzas y escarceos, ha venido a quedar vigente, tras lógica y necesaria evo­lución. En ella estaban, de nuevo, los temas esenciales y la forma coloquial; el paisaje vernáculo y su tipología humana; el alma fer­vorosa de sus campos y aldeas; toda una vida regional latiendo monocorde...[…]

LA VIRGEN DE CANDELARIA Y LAS ISLAS CANARIAS





PRÓLOGO
El hallazgo por pastores guanches en el litoral del Valle de Güímar, su­ceso que la tradición ha venido sosteniendo, tuvo lugar un centenar de años antes de 1496, año de la conquista castellana de la isla de Tenerife por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo, de una imagen policromada de Ma­ría y el Niño, sigue constituyendo un hecho capital en la evangelización y cristianización de las islas Canarias desde mucho antes de su incorporación al reino de Castilla, bajo el cetro de los Reyes Católicos.
Todos los historiadores que se han ocupado a lo largo de los siglos de los inicios de la andadura hispánica del Archipiélago, no han dejado de resaltar la presencia mañana de la Virgen de Candelaria en la sociedad indígena del menceyato de Güímar. Desde el meritísimo volumen que le dedicó el domi­nico fray Alonso de Espinosa, impreso en Sevilla en 1594 y fuente imprescin­dible para la prístina historia insular, y la Descripción de las islas Canarias escrita por el ingeniero italiano Leonardo Torriani en la misma década aun­que no editada hasta este nuestro siglo, hasta Abreu Galindo, Núñez de la Peña, el Padre Sosa, y el más autorizado historiador de los días de la Ilustra­ción José de Viera y Clavijo, han puesto muy fundamentado énfasis en la aparición de la Madonna de Candelaria y su adopción cultual por los indíge­nas tinerfeños.
Y es bien sabido que el misterio medieval de esta parusía mariana en mi­tad de una lejana colectividad atlántica, ignorante de la doctrina evangélica, suscitó también la inspiración poética del canónigo Bartolomé Cairasco de Figueroa o la del médico poeta Antonio de Viana, contagiando a los mismos dramaturgos como Lope de Vega o el autor de aquella Comedia de la Can­delaria que María Rosa Alonso, mi admirada profesora de días inolvidables en la recién nacida Facultad de Letras de La Laguna, dio a conocer en muy cuidada edición.
A la prosa y a los versos que desde el Renacimiento hasta el Neoclasicis­mo ilustrado dedicaron tantos autores en exaltación de la Candelaria morena venerada por los guanches del siglo xv, han venido a sumarse en el presente siglo otros volúmenes monográficos como el firmado por el historiador lagu­nero José Rodríguez Moure en 1913 y el que publicó en 1939 el entonces prelado de la diócesis nivariense, el dominico Fray Albino González Menén-dez Reigada.
Podría pensarse que con tan significativas contribuciones de historiado­res y poetas estaba ya dicho y divulgado todo lo más sobresaliente de la leyenda, la crónica y el culto de la Candelaria, y que poca acogida habrá de tener una nueva exégesis de la Virgen morena tinerfeña, motivo sonoro de la poesía y la canción popular. Sin embargo, en el considerable avance que en estos años ha experimentado la investigación sobre el pretérito isleño, desde los días fecundos en que mi entrañable maestro don Elias Serra Ráfols vincu­ló su primordial tarea al discurrir histórico de Canarias, en la que otros nom­bres ilustres le secundaron como Álvarez Delgado, Bonnet y Reverán, el Dr. Cioranescu, y tantos más, se ha venido a conocer en mucha mayor profundi­dad la arribada del Evangelio y la labor de los primeros misioneros, tan diáfa­namente desvelada por la pluma de Antonio Rumeu de Armas, hoy Director de la Real Academia de la Historia, en muchos de sus trabajos y especialmen­te en su luminoso estudio acerca del Obispado de Telde.
Por otra parte, la creciente indagación sobre los aspectos artísticos, plás­ticos y también iconográficos de la imagen adorada por guanches castellanos, sobre todo después de la Exposición que, con la estrecha ayuda del Dr. Rafael Delgado, tuve ocasión de presentar en 1963 en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, y de las precisiones estilísticas e icónicas que di a co­nocer una docena de años después en el Anuario de Estudios Atlánticos que con increíble fecundidad capitanea asimismo Rumeu de Armas, creo que ha permitido asistir a una amplia revisión de los textos anteriores y justificar por tanto una profunda y actualizada investigación sobre la imagen venerada de la Candelaria y su recuerdo devoto en el Archipiélago Canario de nuestros días. Incluso limitándola al ámbito insular, porque seguir la huella candela-riera en las tierras hispanoamericanas, sin olvidar Brasil donde predicó, sufrió prisión y escribió sus largos versos en castellano, en portugués, en latín y en guaraní el hoy proclamado Beato por la Iglesia Católica Padre José de An-chieta, es labor que desborda los linderos de un solo libro y exige sin duda otra tarea tan interesante como difícil y dispersa que alguien culminará no muy tarde. Ello acarreará innúmeras satisfacciones, como la que pude sentir en tierras tan lejanas como Ecuador cuando tuve oportunidad de admirar, en la suntuosa mansión del pintor Oswaldo Guayasamín en los altos de Quito, un óleo de la antigua Candelaria tinerfeña envuelta en sus ropajes barrocos.
Esta es, por tanto, hora oportuna para que una joven historiadora isleña de nuestro Arte emprendiera la tarea de plantear desde un observatorio más cercano y erudito el tema tan de antes como de ahora de nuestra Virgen canaria. Ya había demostrado, su madurez investigadora y científica desde las páginas de la que fue, bajo la dirección experta del profesor y amigo Dr. Do­mingo Martínez de la Peña, coleccionista él mismo de lienzos de la Candela­ria, su Tesina de Licenciatura, titulada Estudio histórico - artístico de las er­mitas de Santa María de Gracia, San Benito Abad y San Juan Bautista. La Laguna, premiada con el Elias Serra Ráfols 1981, y publicó el Ayuntamiento lagunero. Muchas fueron las novedades documentales y críticas sobre arqui­tectura y construcción mudejar como de escultura y pintura, orfebrería y ar­tes decorativas que dio a conocer en vertebrada y diáfana ordenación.
Con el bagaje incorporado durante su carrera universitaria, abrillantada con calificaciones superlativas, y la experiencia asumida en el inventario y análisis del patrimonio de las tres venerables ermitas aguereñas, estaba en momento propicio para edificar este nuevo monumento bibliográfico a la Pa-trona del Archipiélago Canario, con ocasión precisamente de las conmemo­raciones centenarias de su Coronación Canónica y Pontificia de octubre de 1889, a las que ha querido muy acertadamente sumarse el Aula de Cultura del Excmo. Cabildo Insular de Tenerife patrocinador de esta edición, que es­toy seguro alcanzará plena y universal acogida y merecerá sin duda más de una edición.
De una parte, el lector encontrará un riguroso y sabio estudio histórico-artístico de la antigua talla policromada que recibieron los guanches en el si­glo XV, testigo excelso de la acción misionera de las décadas en que San Diego de Alcalá, guardián del convento franciscano de Betancuria, se lanza­ba a sus acciones evangelizadoras y según alguno de sus biógrafos encabe­zó una expedición catequista que arribó hasta las playas de Tenerife. La au­tora se detiene en las particularidades icónicas de la Candelaria, sus enig­máticas epigrafías siempre misteriosas, y a la perduración del antiguo icono a través de una numerosa galería de esculturas, pinturas, grabados y medallas que nos han perpetuado su aspecto, con o sin sus ricos trajes barrocos y sus muchas joyas, hasta que el triste aluvión de 1826 la sepultó en las honduras del mar. Añade luego noticias inéditas de la nueva imagen tallada por el oro-tavense Fernando Estévez de Salas, que desde entonces rememora la faz mo­rena de la escultura gótica desaparecida.
En otra y segunda nutrida contribución, se enumeran y glosan todos los santuarios, ermitas, capillas y altares, que a lo largo y a lo ancho de las siete islas se elevaron en todos estos cinco siglos y proyectan la devoción canaria a su Madonna milagrosa. Especial atención dedica a la historia de los varios templos, museos de riqueza deslumbradora en momentos de esplendor, que en la misma playa de Candelaria cobijaron a la Virgen y a sus nunca escasos peregrinos, sin olvidar su primitivo recinto de la Cueva de San Blas, evoca­dor de la sociedad guanche que allí le dio culto en lo que fue una gruta de pastores y que merece un mayor cuidado y conservación como monumento único del pueblo guanche de extraordinario valor arqueológico, histórico y religioso.
Entre todos los santuarios que en las siete islas llevaron y llevan la advo­cación de Santa María de Candelaria permítaseme tener una mención parti­cular para un templo que me es muy entrañablemente querido, el de la Vir­gen de la Candelaria del Lomo, en la Villa de Arriba de La Orotava, en que descansa quien fue su edificador, mi tío el Canónigo Honorario de la S.I. Ca­tedral de Tenerife y muchos años Párroco de San Juan del Farrobo, D. Do­mingo Hernández González, sepultado al pie del altar donde es venerado desde principios del siglo xvm el óleo oval que retrata a la Virgen y que ahora sabemos, por investigaciones de Manuel Hernández González, fue pin­tado por Jerónimo Cabrera. Nacido a muy pocos metros de la antigua capilla, en la vecina calle del Lomo, no regateó esfuerzos por reedificarla y ampliar­la y contribuyó a alhajarla con imágenes de los nuevos beatos tinerfeños José de Anchieta y Hermano Pedro, y con otras donaciones, como el San Francis­co de Asís del escultor orotavense Francisco Perdigón Gramas, muerto en América, se ha ido incrementando su patrimonio artístico, ya prestigiado con la «Penitencia de Santo Domingo» pintado por el zurbaranesco orotavense Gaspar de Quevedo a mediados del siglo xvn.
Sólo me queda felicitar sincera y calurosamente a la Dra. Riquelme por culminar su hermoso trabajo sobre la Virgen de Candelaria y también al Ca­bildo tinerfeño por el patrocinio de una edición que le honra y nos honra a todos los canarios. Mucho más a quien tuvo el gozo de orientar una investi­gación que me llega muy hondo, como nacido en La Orotava, la Villa que anualmente se postra agradecida ante la otra Candelaria tallada por Fernando Estévez en conmemoración del volcán de Güímar de 1706, y que por haber nacido un dos de febrero se llama
jesús A. maría de candelaria hernández perera
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid


LA DIGNIDAD HUMANA ES MUCHO MAS QUE UN APELIDO…





Josefa Falcón Abreu

En estos días es frecuente oír hablar de justicia con cierto descontento, bueno, mejor digamos que de injusticia, hemos vuelto a comentar lo poco justa que es la justicia con según que “clases sociales”: “La justicia es igual para todos”, claro que no, así debería ser pero, de eso nada. Entre las “clases sociales” estamos los que si pagamos nuestra deuda con ella y muchas veces injustamente, basta con saber que hay pruebas que nos puedan inculpar y que no tengamos ninguna coartada que presentar a nuestro favor y ya está, el hecho de ser una persona de clase obrera influye mucho, es como si eso nos facilitara la condena, otra cosa sería el ser de clase “alta”, o sea, de “élite”, entonces la cosa cambia porque, claro, esas son gente de “buena familia”, de “alta cuna”, no importa si son los peores sinvergüenzas, nada que un caro abogado no pueda solucionar, eso no es problema, tienen un apellido ilustre y eso facilita mucho las cosas ¡Y a mí qué me importan los apellidos ilustres de nadie! Mis apellidos o los de ustedes son igual de importantes, mi cuna o la de ustedes es igual de alta, mi familia o la de ustedes es igual de respetable, mi condición humana o la ustedes es la misma que la del resto de las personas sean de la “clase” que sean… Mi honestidad o la de ustedes, ¡eso, es lo que cuenta! El que la hace que la pague, si se es inocente que se les reconozca esa inocencia y si se es culpable que paguen sus culpas, si somos iguales ante la justicia que se demuestre, que el dinero no pueda comprar la inocencia porque, eso, eso no es un objeto, eso es algo que, cuando ocurre así, daña a uno para beneficiar a otro y eso no es justo justicia. La dignidad humana es mucho más que un apellido, que una “clase social”, la dignidad humana es ese respeto y estima que cada uno siente por sí mismo y que merece que otros también le tengan, no que se le arrebate y, mucho menos, la justicia…Buen día amigos…
Agosto 30 de 2013.

jueves, 29 de agosto de 2013

LA FIESTA DE SAN JUAN EN EL PUERTO DE LA CRUZ





[…]contando, eso sí, con el beneplácito y la presencia contempla­tiva de los restantes miembros de la comunidad.
Tal como iremos indicando en las páginas posteriores, el día de San Juan «se rompía el verano», tratándose además de una fiesta especial con reconocidos valores mágicos y simbó­licos. Hasta comienzos de siglo, no faltaba quien se levantaba temprano al objeto de ver bailar el sol. Y hasta hubo quien tuvo oportunidad de contemplar la isla de San Borondón:
«Una hermana de mi abuelo fue con sus amigas por la mañana temprano a buscar agua al chorro y al mirar al mar vio cómo el mar se abría y aparecía una Isla. No tuvo tiempo de ver detalles porque en lo que se viró para decírselo a sus amigas, la Isla volvió a desaparecer. La Isla apareció por el naciente» (2).
Para otros, era el día en que «se ponían los papelitos y todas esas cosas», teniendo plena confianza en los «juegos» o acertijos que cuando jóvenes acostumbraban a realizar. Resal­taron, además, su condición de día festivo, razón por la que no iban a trabajar.
También las brujas encendían sus hogueras la víspera del día de San Juan, sentándose y bailando a su alrededor. Esa es parte de la información que hemos tenido oportunidad de re­coger en el barrio de La Vera. Según lo que escucharon contar «a la gente de antes, a la gente mayor cuando yo era niña», el día de San Juan'tiene relación con las brujas: «La gente ya no cree en ellas, pero yo sé que hasta que yo tenía diez años habían brujas por ahí, eran mujeres brujas». Resulta curioso y hasta sorprendente oír en boca de las personas mayores los relatos o cuentos alusivos a las brujas de antaño, en ocasiones perfectamente identificadas por sus convecinas, seres de as­pecto normal, «aunque tenían un sobretodo en punta que le arrastraba por el suelo»:
«Siendo nosotros pequeños, mi madre tostó millo y trigo y tenía que mandarlo a La Orotava para molerlo y pensó en mi hermano para que fuera, aprovechando que unas vecinas también iban a moler. Muy de madrugada […]

LA MUERTE Y ENTIERRO DE NUESTRO SEÑOR Y LA COFRADIA DE LA MISERICORDIA PROLOGO Y




Ya huele a romanillo y a incienso en este tiempo de Cuaresma, en el que como cristianos nos pre­paramos para la Semana Santa, de cuya tradición histórica, valor religioso y artístico me siento orgullosa. De la misma forma me siento honrada de participar en la presentación de este libro al que además de apreciar por su rigor científico, aprecio por versar sobre la que fue mi querida parroquia: Santo Domingo de Guzmán, en la que fui bautizada, recibí mi primera comunión, con­traje matrimonio y bauticé a mi primera hija.
Por esto, no puedo sino emocionarme al conocer, a través de estas páginas, el valor artístico e histórico que encierran esos muros, amén del valor sentimental que para mí entraña.
Esta nueva obra dedicada al Cristo Difunto, que ve la luz por iniciativa de la Cofradía de la Misericordia y es editada por la Delegación de Cultura y Patrimonio del Ayuntamiento de La Laguna, es la continuación del ante­rior libro dedicado al Señor de la Humildad y Paciencia y como éste se estructura en una introducción y tres capí­tulos. […]

LA HUMILDAD Y PACIENCIA DE CRISTO NUESTRO SEÑOR Y LA COFRADIA DE LA MISERICORDIA





PROLOGO

Este libro, fruto de la iniciativa de la Cofradía de la Misericordia y editado por la Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico-Artístico del Ayuntamiento de La Laguna, nos adentra en el estudio del significado cris­tiano y del sentido iconográfico y artístico de la represen­tación nombrada como la Humildad y Paciencia de Cristo, que se venera en la iglesia del ex-convento de Santo Domingo de esta ciudad. Pero además, se refleja también en estas páginas, la historia más reciente de la Cofradía de la Misericordia que, junto a otras cofradías y hermanda­des que tienen su sede en diferentes parroquias de La Laguna, han contribuido, en colaboración con las autori­dades eclesiásticas e instituciones públicas, de manera inne­gable tanto al mantenimiento como al resurgir y esplen­dor de la más importante celebración cristiana: la Semana Santa.
Con la reflexión y el mensaje cristiano del Obispo de Tenerife nos acercamos a la figura del "...Señor humilde y paciente...". A ese Hombre que espera paciente y resig­nado el dar su vida por la Salvación de todos los hombres.
El profesor Domingo Martínez de la Peña por su parte, en su trabajo titulado "Iconografía Cristiana y Alquimia: El […]